martes, 3 de agosto de 2010

8


El corazón parece latirme en la garganta mientras conducimos en la noche. Intento recordarme que un polvo es un polvo y esta vez no tiene porqué ser distinto, pero no sé, todo esto me está resultando especial, no sé si es lo mucho que me está costando incluir a Ojos Azules en mi lista de trofeos lo que le convierte en una pieza codiciada, o si sencillamente estoy en un momento bajo y le estoy concediendo al asunto más importancia de la que tiene.
O será por...
...me vuelvo a mirar a Ojos Azules que conduce despacio, no sé por qué carretera secundaria se ha metido pero el coche no para de pegar saltos y alrededor nos envuelve la oscuridad más absoluta. Sin pensar en lo que hago, coloco la palma de mi mano sobre su pierna en un gesto que tiene más de la intimidad de dos amantes que de la urgencia sexual entre dos desconocidos que sería normal en este caso.
Él se vuelve a mi y apenas atisbo el reflejo de su mirada en la penumbre, no alcanzo a distinguir cual es su expresión. Agradezco que él tampoco pueda ver la mía porque apostaría a que estoy casi ruborizado.
De pronto él masculla una maldición y exclama:
- No puede ser...¿nos están siguiendo?
Es cierto, un vehículo corre tras nuestro, y sin necesidad de hacer trabajar mucho mi cabeza adivino que es el Pollero, que no se resigna a quedarse sin su ración de carne fresca. Abro la boca para transmitirle mi premonición a Ojos Azules pero de pronto parece que encuentra un bache mayor que el resto y por el zarandeo loco al que me veo sometido durante unos interminables segundos, adivino que el muy capullo ha perdido de vista la carretera y hemos aterrizado en algún sembrado.
- ¡Hostia!...¿Quieres matarme? -protesto, otra vez con el corazón acelerado pero ahora por el puto susto que me he llevado-.
- Mierda -dice Ojos Azules- Todo esto es una mierda.
No sé donde coño se ha metido pero ahora, al intentar arrancar, aquello no va ni en un sentido ni en otro. Alguna rueda patina en quien sabe qué sitio y el coche bufa y colea pero no se mueve de modo apreciable hacia ninguna parte.
Ojos Azules suspira exasperado y se cubre los ojos con la palma de la mano, casi puedo leer su pensamiento, "para qué cojones me meteré en estos follones". Si tuviese ganas de hacer de jefe de los boy-scouts le diría que es cierto, que ha tenido un comienzo jodido pero que no debe desanimarse porque con tesón, esfuerzo y ese pedazo de culo, terminará cosechando resultados positivos. Lo que pasa es que no tengo el ánimo nada conciliador y estoy sopesando la idea de dejarle ahí tirado, volver andando al área a por mi furgoneta y meneármela un rato en casa. Forcejeo con el cinturón de seguridad cuando los focos que nos seguían se detienen junto a nosotros y por fin se apagan. Nos bajamos los dos del coche y allá arriba en la carretera, iluminado por un súbito rayo de luna como si fuese el puñetero príncipe encantado, vemos al Pollero que tras rascarse la cabeza un instante, procesa la información que sus sentidos reciben y declara:
- Joder, vaya sitio más raro para follar os habéis buscado.¿Y ya vais a ser capaces de sacar el coche de ahí?
Explicar al Pollero lo evidente, esto es, las razones por las cuales estamos ahí, nos lleva cierto tiempo hasta que al fin sonríe y agitando el dedo índice nos suelta:
- Veis, pillines. Eso os pasa por salir corriendo. Ahora supongo que tendré que acercaros a algún sitio civilizado para pedir auxilio.
- Puedes llevarnos de vuelta al área -propongo- y luego con mi furgoneta ya me encargaré de dejar a este en algún sitio.
- Yo vivo muy cerca de aquí -responde el Pollero- Si queréis podéis llamar por teléfono desde mi casa, a los de asistencia en carretera, a la guardia civil o a quien os parezca.
- ¿Pero tú no estás casado, hombre? ¿Y qué le vas a decir a tu señora?
- Que os he encontrado tirados en un sembrado y he hecho una labor de auxilio. Es la verdad, ¿no?
Sigo prefiriendo la opción de volver al área porque me deja en situación de no depender de nadie y sobre todo de no tener que presentarle mis respetos a los hijos y la esposa del Pollero, teniendo aún tan vívidas en la mente las imágenes de lo que el cabeza de familia y yo hemos hecho no hace demasiado tiempo. Ojos Azules también parece dudar.
- ¿No tenéis ninguno un teléfono móvil? -he de preguntar añorando el que dejé tirado bajo el asiento de la furgo en un momento de enajenación-.
Ojos Azules niega con la cabeza, pesaroso, y el Pollero exclama como si sirviera de algo:
- Yo tengo uno en casa. En el curro no nos dejan usar teléfono, el jefe cree que las ondas que transmiten esos chismes recalientan el cerebro de los pollos y terminan majaretas. -hace una pausa dramática para que nosotros compongamos la cara de asombro que corresponde al escuchar algo semejante y continúa-...en realidad en casa solo hay uno, y casi siempre lo tiene la mujer encima. Ya sabéis como son las tías.
- Y porque no nos llevas de vuelta al área y te ahorras el trago de presentarnos a tu parienta, hombre -insisto, incapaz de creer que vaya a conocer a la familia del Pollero-.
- Pues porque vivo a dos minutos, joer, en lo que llevamos discutido ya habíamos llegado.
- Yo -dice por fin Ojos Aules- opto por su casa.
No puedo creer lo que estoy oyendo. Intento hacer un último llamamiento a la cordura pero mi acompañante ya gatea pendiente arriba hacia el coche del Pollero como si fuera la única alternativa razonable. Me lleno de justa ira.
- Bueno, pues iros los dos a tomar por el culo. Yo me vuelvo al área a pata.
De pronto, al utilizar esa gráfica expresión ( "iros los dos a tomar por el culo"), la sombra de una sospecha me cruza la mente. ¿Y si esto es una artimaña del Pollero y lo que en realidad quiere es justo eso, quedarse a solas con Ojos Azules para poder zumbárselo y estrenar la mercancía?...porque si no, ¿qué lógica de mierda es esa de ir a su casa a llamar? ¿O es que estoy terminando por volverme paranoico con toda esta historia? ¿Donde ha ido a parar todo eso de las ventajas y la simplicidad del sexo fortuito y anónimo con desconocidos?
El Pollero emite un "jeje" como si quisiera confirmar mis elucubraciones.
- Muy bien machote. Deben ser ocho o diez kilómetros lo que llevabais recorrido, eso no es nada para un piernas largas como tú.
Ojos Azules detiene su trabajosa ascensión para volverse un momento a decirme en tono cansado:
- Venga, no vas a quedarte aquí en mitad de ningún sitio. Vamos a llamar a la guardia civil contando lo que ha pasado y después seguro que ellos o este hombre te llevan de vuelta a por tu vehículo.
No por primera vez en el mismo día, tengo la impresión de haber perdido las riendas de mi vida y sentirla galopar a su antojo como un caballo desbocado. Por fin suelto cuatro o cinco tacos y me pongo a gatear tras su culo perfecto para llegar al coche del Pollero.

En realidad nuestro salvador no nos ha mentido y no tardamos más de un par de minutos en llegar, es la primera casa a la entrada del siguiente pueblo. Un encantador chalet con jardín alrededor, visillos en las ventanas y un perro pequeño y lanudo que sale de ninguna parte a ladrarnos como un loco, barruntando quizás que no somos gente de fiar.
- Cállate la puta boca, Pinky, o te doy una patada en el culo que te mando a casa del vecino -le suelta el Pollero al chucho, luego se vuelve a nosotros para justificarse- Es el perro de mi mujer, ¿eh?, yo por mi lo hubiera hecho salchichas hace tiempo. El muy hijo puta creo que lo sabe y por eso me hace estos recibimientos.
Tras dar la bienvenida a su amo Pinky nos huele los zapatos, me lanza un gruñido grave como si yo tampoco fuese merecedor de toda su confianza, luego olisquea el calzado de Ojos Azules y con un gañido se hace pis entre sus pies. Al parecer no somos los únicos sensibles a sus encantos...
Antes de llamar se abre la puerta y sale una chica regordeta con un vestido floreado, los ojos redondos y unos ostentosos coloretes en las mejillas que relucen incluso con tan poca iluminación, resultado sin duda de la saludable vida campestre.
- Cariñoooo, vienes prontoooo. ¿Y estos señores?
Entiendo que el Pollero no tema llevarnos a su hogar porque aquella mujer no parece capaz de enterarse de gran cosa a propósito de nada en general, ni de las actividades de su marido en particular, aunque la mismísima marcha del orgullo gay incluyera su jardincito en la trayectoria del desfile como homenaje a las proezas sexuales de su esposo.
- A estos señores se les ha salido el coche de la carretera y no han podido sacarlo del sembrado. Tienen que usar el teléfono -explica él pasando al interior sin mirarla demasiado- ¿queréis una cerveza mientras tanto?
Pasamos todos a un salón de aspecto confortable donde se ven por todas partes restos de actividad infantil y los platos de una cena sin retirar sobre la mesa ( "los niños, ya sabe" dice ella con una sonrisa de disculpa ); luego el Pollero y yo nos sentamos en un sofá y la mujer se lleva a Ojos Azules a una habitación contigua para que haga la dichosa llamada.
Apenas nos quedamos solos el tío aprovecha el interludio para ponerme la mano en la bragueta y decirme en voz no demasiado baja:
- Luego si quieres te enseño la colección de muñecos articulados que tengo en el cobertizo de atrás. Es impresionante.
- ¿Muñecos articulados? -alcanzo a susurrar tras tragar lo que me parecen dos litros de saliva-.
- Ajá. ¿No te acuerdas de los Madelman? Pues en ese plan. Son la hostia, en serio.
Incomprensiblemente, la polla se me empieza a poner dura dentro de los pantalones.
Contra todo pronóstico, da la impresión de que la noche no ha hecho más que empezar.

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