Por fin decido dejar que las cosas se resuelvan por si solas, dedicado al sencillo arte de sentarme y esperar a ver el desarrollo de los acontecimientos. Así transcurrimos el siguiente cuarto de hora con el Pollero comiendo jamón como un descosido y bebiéndose su cerveza y las de los demás; su señora, charloteando sin parar de no puedo decir qué porque mi atención ha entrado en piloto automático y solo da para esbozar sonrisas corteses pero no para procesar información; y por fin, en el centro de mi casquivano interés ahora, Ojos Azules, tan follable como siempre e incluso un poco más con esa expresión de cachorro abandonado en su hermoso rostro. Al notar mi mirada sobre él levanta la suya un momento, clava sus ojos en los míos y siento en el estómago una ligera sensación de vértigo como en el tramo de bajada de una montaña rusa. Solo dura un segundo pero basta para hacerme sentir un tanto culpable por verle ahí, nada de esto ha sido culpa mía ni yo le invité a ir al área, y aún así, ahí está, el remordimiento, y la extraña sensación de no ser yo mismo cuando él está a mi lado.
Me estoy comiendo la cabeza buscando una palabra amable que le haga sentir mejor cuando llaman a la puerta. La cacareante esposa se levanta a abrir, y era como esperábamos, la pareja de la guardia civil. Llego a la conclusión de que el cuerpo de la benemérita debe andar mal de personal o tengo una mala fortuna para las casualidades, porque uno de ellos es el mismo jilipollas que la noche anterior me hizo un chistecito en el área. Ahora con más luz puedo ver que de puro feo es casi morboso, con ese organismo de aspecto tan sólido y esa cara de guardia que tiene. Lleva un uniforme al menos dos tallas más pequeño que le marca un culazo de impresión y le deja el paquete a un lado como a un Manolete cualquiera. Si no fuese justo así, tan jilipollas casi me pondría cachondo al verle.
El tío también se sobresalta un poco al verme porque se le afloja un instante el rictus por la sorpresa, luego se recompone, hace un saludito castrense y se presenta:
- Agente Romerales.
El otro, un chico rubio de cara desvaida y aspecto somnoliento, apenas emite un leve gruñido y continua con esa lucha interior que parece mantener consigo mismo para no caerse dormido al suelo. Romerales parece conocer también de vista al Pollero porque se le ilumina la cara, quizás pensando "vaya-vaya-vaya, pero si tenemos aquí una convención de toda la mariconería local" y en el rato divertido que va a pasar diciéndonos cosas ingeniosas, pero el dueño de la casa le corta las alas ( y se gana mi admiración al mismo tiempo ) emitiendo un pequeño eructo como saludo al agente y subiendo el volumen de la tele. Ojos Azules se pone en pie antes de que Romerales se reponga de semejante muestra de desacato y dice:
- Como les dije por teléfono, se nos salió el coche de la carretera, cerca de aquí.
- Ya, ya -responde Romerales todavía con la atención fija en el Pollero, tanto que empiezo a pensar si no habrá alguna historia que no conozco entre ellos para semejante intercambio de actitudes. Luego mira un poco a la mujer, que anda intentando extraer una palabra inteligible a su compañero preguntando si le apetece tomar algo, y me da la impresión de que en beneficio de la dama se guarda lo que iba a decir porque se vuelve a Ojos Azules con gesto de cansancio y le dice- Localizaremos al que lleva lo de la grúa del pueblo y veremos si podemos sacar el coche de donde está, ¿vale?
- Vale. Quizás podrían acercar a mi amigo al área de descanso de la autovía, él dejó su vehículo allí y no me gustaría hacerle esperar todo este tiempo a que solucionemos mi problema.
Su amigo, que soy yo, queda boquiabierto. Coño, solo le falta explicar que estábamos buscando un rinconcito oscuro para poder echar un polvo cuando nos metimos en el sembrado.No digo yo que Romerales no haya intuido ya todo sin decirle nada, pero tampoco hace falta ponerle la firma delante suyo.
- Tendrá que buscarse la vida o esperar, no somos un taxi, caballero -le suelta el tío-.
- Quizás mi Pepe pueda acercarle al área de un momento, ¿eh Pepe?
El Pollero parece despertar al oír a su mujer y exclama:
- Joder, pues claro. Hay que ser buen samaritano.
Y para demostrarlo se rasca ostentosamente el paquete haciéndonos dilatar la mirada espantados a Romerales, a Ojos Azules y a mi, la mujer y el otro agente continuan en la higuera.
- Pues no -decido de pronto-. Te esperaré a que arregles el asunto.
- No es necesario, de veras, yo puedo...
- He dicho que espero -le corto-, y punto.
"Que tierno", le susurra Romerales a su compañero, quien le observa un instante sin comprender y regresa a su galaxia personal. Luego se rasca su más que incipiente barriga y declara:
- Bien, pues vamos a por el de la grúa. Señora, encantado y gracias por su hospitalidad.
Las siguientes dos horas las pasamos sacando al tío de la grúa del bar del pueblo, yendo todos hasta el sembrado en cuestión ( en el que ahora, bajo una inesperada luna llena, uno espera ver en cualquier momento hadas y duendes echando carrerillas ) y sacando el Ibiza a la carretera. Todo ese rato resulta bien extraño: Ojos Azules parece violento por tenerme allí acompañándole casi como si hubiese algo entre nosotros, y yo me siento manifiestamente violento porque pienso-que-él-piensa que yo veo algo entre nosotros, y no es verdad, estoy ahí pero no sé muy bien porqué, quizás nada más para tocarle un poco los huevos a Romerales con este amago de love-story que nos traemos, o porque desde hace un par de días me estoy limitando a dejarme sorprender por los acontecimientos y es parte de mi actitud ante las cosas colocarme en situación de poder ser sorprendido...
Cuando por fin el coche vuelve a estar en marcha y Ojos Azules se despide dando efusivamente las gracias a la guardia civil, Romerales levanta la palma de la mano para hacerle callar y suelta:
- Todo esto no habría pasado si vosotros estuvieseis en casa como las personas decentes haciendo cosas de personas decentes. Si hubiese sido así, yo estaría empleando mi tiempo en cosas más productivas y no ayudando a dos...-parece dudar en emplear lo que le viene a la boca y al fin no lo emplea-...como vosotros sacandoos las castañas del fuego. Que pasa,¿también tenéis a la mujer y los hijos en casa esperando a que volváis de trabajar?
"No entiendo..." empieza a decir Ojos Azules, pero yo le empujo hacia su coche sin muchas contemplaciones, diciendo:
- No hay nada que entender. El agente, que detuvo su reloj temporal en tiempos del caudillo.
Aún oigo a gritar a Romerales una amenaza ( "¡como vuelva a encontraros por aquí, os vais a enterar!" ) antes de que mi acompañante ponga el Ibiza en marcha y arranque en dirección desconocida.
- No tiene que preocuparse. Yo no pienso volver -dice Ojos Azules en voz baja como para si mismo, luego me observa de reojo y sigue en tono casi normal-...te llevo a por tu coche, ¿vale? Gracias por quedarte conmigo y todo eso.
- Bah, no tienes porqué darlas. Es por no perderte de vista antes de rematar lo que tenemos pendiente tu y yo -contesto en tono despreocupado, luego al ver que del susto casi se sale de la carretera otra vez me apresuro a añadir- ¡tranquilo, tranquilo, no tiene porqué ser hoy !. Pero dime, que tengo curiosidad: cuando nos fuimos del área, ¿ a donde pensabas llevarme?
- A mi casa -creo que se ha ruborizado mientras me explica-...pensé que estaríamos más tranquilos allí, nada más.
Está visto que me he vuelto un descarado porque respondo a toda velocidad:
- Genial. ¿Y porqué no me llevas ahora?...no voy a violarte, tranquilo, nada más es para que me invites a una copa, todo muy inocente, ¿eh?
Vuelve a mirarme de medio lado con desconfianza, seguro que su madre le ha advertido sobre los chicos que le dicen "tranquilo que no haremos nada que tu no quieras hacer" porque casi siempre lo que quieren decir es "tranquilo, no haremos nada que YO no quiera hacer", pero a pesar de todo asiente y continúa conduciendo en medio de esa extraña y hermosa noche plateada...
El pobre ojos azules o no se entera o debe de tener un despiste de cuidado, tambien puede ser que en el fondo lo que busca es que lo violen en cualquier cuneta. Creo que a eso se dirigen. Y sigue el misterio del polvo que no llega.
ResponderEliminarAunque el otro con lo del pollero debería haber quedado satisfecho por un rato, o es que es insaciable.
No hago más que pensar en la escena con el pollero,....me puso a cien y estaba deseando que se repitiera, pero veo que la cosa va con el ojos azules, no se, lo veo más parao, no se si en la cama no resultará un muermo. Ya nos contaras.
ResponderEliminarHúmedos besos
¡Pero caballeros!...no me esperaba yo que el Pollero ganara en el ranking de popularidad al pobre Ojos Azules. Me parece que se me está yendo el asunto de las manos porque esto no era lo que estaba planeado...veremos como recuperamos el volante de la historia porque si no me veo que esto termina en orgía con el Pollero y los tiros no iban por ahí, jaja.
ResponderEliminarComo siempre, gracias por vuestro tiempo y vuestras palabras, que son un estímulo.
Un abrazo a ambos.
Nada nada, tú sigue como le tengas pensado que está quedando genial. El Pollero tiene un morbazo, está claro, pero en toda buena historia siempre hay secundarios de lujo. La trama principal la llevan el narrador (el "no-tú"?) y Ojos Azules, y, repito, está quedando genial. Escribes de maravilla, chaval, sabes jugar con la tensión, tienes un ritmo y una gracia "que no se pué aguantá". Y lo bien que dibujas a los personajes. Con un par de plumazos (válgame la expresión) haces un retrato del agente higueresco y de la esposa cacareante que los definen a la perfección.
ResponderEliminarEn serio, me tienes rendido. Total.
Un beso babeante (que no baboso) de admiración.
Tu si que tienes arte, hermoso, hasta pa echarme esas flores que me echas, jaja. Muchas gracias, seguiré el consejo y dejaré que el narrador (desde luego, el "no-yo", jeje )siga con lo suyo, y el Pollero, pues el Pollero Dios dirá.
ResponderEliminarCuídate, fiera.