miércoles, 14 de julio de 2010

6


Me despierto dentro del coche con la cara aplastada contra la ventanilla. Estoy aparcado en el Parque Lineal en medio de unos chopos ya sin hojas, con el morro mirando al río que a esa hora de la mañana aparece envuelto en niebla, brumoso e irreal.
Descubro que tengo los pantalones bajados hasta mitad de los muslos, parece que a última hora decidí acercarme aquí para un consuelo rápido y después me quedé tan relajado que no fui capaz de volver a casa. Paso un rato intentando recordar con claridad algo de lo ocurrido después de pasar por el área y no lo consigo, tengo un persistente dolor de cabeza, la boca reseca y una inquietante sensación de vómito inminente en el estómago. Quizás al volver a la ciudad bebí unas copas más, luego vine aquí y quien sabe a quien monté al coche para que me la mamase y aliviar un poco la tarde de frustraciones que llevaba encima...
...con un súbito golpe de inquietud me hecho mano a los bolsillos de la cazadora y compruebo que, en efecto, me han levantado la cartera.
"Y supongo que puedo darme por satisfecho con que no me hayan dejado tirado en el cesped y llevándose también la monovolumen", me digo intentando buscar consuelo a la vez que trato de recordar qué llevaba en su interior que exigiese algún tipo de intervención inmediata por mi parte. En algún momento de sensatez creía haber introducido en la agenda del teléfono el número al que avisar cuando sucede algo parecido para que me cancelen las tarjetas y evitar males mayores. Tampoco se han llevado el móvil, pero cuando lo saco del bolsillo y miro la pantalla, el tema de la cartera pasa a un segundo plano.
Las 09:30 AM.
Hace dos horas que tendría que estar en el trabajo intentando recuperar mi irrecuperable y nefasta imagen. La angustia consigue que mi estómago pegue un vuelco y tengo que abrir la puerta sin poder contener las arcadas. Luego, tras dejar un charquito con un sospechoso color de whisky perrillero, arranco a la desesperada y conduzco hasta la oficina en un último intento de solucionar el asunto, confiando en mi capacidad de improvisación sobre la marcha...
La expresión de Conchi la recepcionista no augura nada bueno. Es una chica rubia y risueña que por lo general recibe al personal con una sonrisa resplandeciente, pero hoy no enseña ni un diente en su boquita de piñón.
- Llego tarde -exclamo practicando la sonrisa jilipollas de Carlos que tan buenos resultados le da-.
-No me digas -contesta ella suspirando-...que vamos a hacer contigo...
Rebusca en su mostrador un papelito amarillo que me lee en voz alta tras emitir un suspiro.
-...no te lo voy a recitar al pie de la letra porque hay alguna cosa bastante grosera, pero esta nota del jefe viene a decir que si no vienes con un parte de baja en el bolsillo, el último acceso que se te permitirá al edificio será para vaciar tu mesa.
- Coño...¿no puedo hablar con él?
- No. Por lo menos no hoy. Está teniendo un día super-chungo. También han despedido a Carlos, tu compañero de planta, ya sabes.
- ¿A Carlos? -exclamo. Lo siguiente que me viene a la boca es "pero si estaba dispuesto a comerle el culo al Manolo", me logro morder la lengua a tiempo para preguntar- ¿Y eso porqué?
- Pregúntaselo tú mismo, ahí viene.
El ascensor acaba de abrirse para dejar salir a un Carlos sin afeitar, con una camiseta de Versace y unos pantalones de Gaultier, eso sí, pero cara de no haber pegado ojo en toda la noche. Al verme lanzó un pequeño gemido y dejó caer las bolsas de plástico que llevaba en las manos, sin duda los efectos personales que acababa de recoger.
- Tú... Ahora no quiero hablar contigo, en serio.
- Ni yo contigo. Pero tienes qué contarme que ha pasado si tu...-echo una mirada de reojo a Conchi que un poco más allá sigue la conversación con atención y bajo la voz-...quiero decir, tú y Manolo...
- Lárgate. Es todo culpa tuya -me suelta bajando el tono también él- Esta mañana el jefe ha recibido una llamada informándole de mi posible relación en algún tipo de fraude fiscal y lo primero que ha hecho ha sido ponerme en la calle para salvaguardar el buen nombre de la empresa. Y según dice tengo que darle gracias porque si además mueve el tema por la vía legal me pueden meter un paquete de cojones. Así que si vienes a pedirme el justificante famoso, pierdes el tiempo...Dios, estoy en el paro, ¿que voy a hacer?
Recoge las bolsas del suelo con aire derrotado y reemprende el camino hacia la salida. Yo le sigo al trote, susurrando:
- ¿Pero porqué es culpa mía? ¿Por no tragar con el Manolo aquel?
- Pues sí. -contestó deteniéndose para hablarme con la nariz casi pegada a la mía-Porque después de irte tú llamándole gordo se cabreó, dijo que eso no era lo que yo le había prometido, que pidió dos pollas y ahí solo había una aparte de la suya; entonces se puso chungo, me dijo que iba a tener que hacer mucho para compensarle y cuando ese tío dice "mucho", ese mucho me supera hasta a mi. Y mira que yo no soy nada remilgado...-frunció el ceño mirando al infinito como si le pasase por la cabeza algo desagradable de recordar y continuó-...total, que tanto se pasó que yo también dije que no, se puso como loco y allí mismo empezó a hacer llamadas a uno y a otro de sus contactos. El resultado, ya lo ves. En la puta calle. Así que no me calientes la cabeza, ¿vale?...Solo quiero meterme en la cama y dormir doce horas de un tirón.
Le veo alejarse calle abajo como si cargase con un gran peso sobre los hombros. Luego me vuelvo al interior, donde Conchi me dice adios con la mano, decido no perder tiempo y autoestima suplicando, y yo también me marcho.
Afuera la mañana es casi agradable de ver, brilla un tímido sol otoñal una vez se va levantando la niebla matutina, y la gente que va y viene a su ritmo acelerado habitual da la impresión de sonreir más que de costumbre. No tener un lugar definido donde dirigirme me hace sentirme un obstáculo en medio de la marea humana que fluye a mi alrededor, de pronto me siento un poco sin sentido en aquel lugar en particular y en el mundo en general. Vale que tengo resaca y acabo de perder el curro, es fácil sentirse un poco derrotista en estas circunstancias, pero saber la razón no evita que me sienta peor. No sé qué hacer ni donde acudir, no tengo con quien hablar ni a quien llorarle mis penas en ese preciso instante. No, no tengo nada que hacer, y quizás por eso pongo en práctica la idea absurda que me viene a la cabeza de repente, porque es mejor esa sencilla locura que seguir allí sin hacer nada en absoluto.
Entro en el primer bar que me encuentro y compro un bocadillo de jamón y una lata de cocacola con un puñado de monedas que me quedan en un bolsillo. Me lo sirve una chinita sonriente que al darme el cambio me dice:
- Que tenga un afortunado día, señor.
Es como un buen presagio. Vuelvo a la furgo y zoooom, enfilo la carretera rumbo al área.
Me resulta un poco extraño verlo a plena luz del día, con la oscuridad habitual que encuentro en mis visitas no había apreciado el paisaje circundante, en su mayoría praderas ondulantes y tierras de cultivo. El cielo es azul y blanco, y cuando detengo el motor puedo oir a los pájaros cantar en la media docena de álamos que rodean la zona y el murmullo de los coches que circulan por la autovía. Apenas son las once de la mañana, allí no hay nadie más que yo, pero eso no es problema. Busco una emisora de musica , luego salgo fuera, me quito la cazadora y dejo que el sol me caliente el rostro.
Sencillamente esperaré. Esperaré hasta que Ojos Azules decida regresar, porque ahora mismo es una opción tan buena como cualquier otra. Al menos por hoy.


2 comentarios:

  1. Creia que mi blog era un poco duro, pero viendo este tuyo se que se puede ser duro y escribir de puta madre.

    Una pasada tio, de verdad, ya me he leido todas las entradas.

    Salud.

    ResponderEliminar
  2. Estoy seguro que ojos azules aparecerá de un momento a otro, eso está al caer. Dejó volar la imaginación y me recreo en el futuro encuentro.

    Petonets

    ResponderEliminar