jueves, 8 de julio de 2010

4


El atardecer se derrumba violento una vez más sobre la ciudad, llenándola de azules fríos y sombras. Una vez más la gente corre a sus casas como si el infierno fuera a desatarse esta noche sobre las calles, como si ese cielo inhumano fuese a caer sobre ellos con la ciega furia de los amantes despechados.
Tras los cristales he desafiado la tarde envuelto en una bata y bebiendo café mientras pensaba en la cita con Carlos, hasta donde esperaba llegar él y hasta donde iba a llegar yo.
A ratos, solo a ratos, he pensado en el área y en las probabilidades de encontrar de nuevo allí a Ojos Azules. No es que me haya enamorado ni que me resulte imposible sacármelo de la cabeza, es más bien la frustración que siente el cazador cuando una presa se le escapa por poco. Cuando esta era especialmente suculenta, no puede reprimirse el impulso de volver al mismo lugar donde se la vio por última vez, esperando verla aparecer y no cometer los mismos fallos. En este caso, no cabía hablar de fallos por mi parte, todo lo más un poco de impaciencia, porque seguro que una vez tuviese los pantalones en los tobillos, habría encontrado la forma de que Ojos Azules se olvidara de romanticismos y se centrara en lo que estábamos haciendo.

Pero mi mismo instinto y mi conocimiento de la situación me dicen que no he de preocuparme, que la ocasión se dará de nuevo.Porque aunque el primer intento no sea bueno, una vez que como Ojos Azules se ha reunido el valor suficiente para ir y bucear en la noche en busca de otras manos, siempre se repite.Y se vuelve a repetir. Si sale bien, porque ha estado bien. Y si sale mal, porque siempre se tiene la esperanza de encontrar algo mejor. Así es el área.

Cuando falta poco para la hora de mi cita, comienzo a prepararme, cuidando los detalles para joder un poco la paciencia a Carlos: en primer lugar, escojo los vaqueros más hechos polvo y desgastados del armario, una camiseta en consonancia, la cazadora de cuero vieja de mis tiempos de universitario reinvindicativo, en resumen, todo lo necesario para poner los pelos de punta al "yuppie" relamido que es mi compañero de trabajo. Después calculo el tiempo para llegar veinte minutos tarde al pub elitista del centro donde hemos quedado a tomar esa copa previa a ir/no ir a su apartamento: además de "yuppie" y relamido, es un fanático de la puntualidad, y sé que pasados cinco minutos de la hora ya va a estar colgado de una lámpara pensando que le he dado plantón.
Al final no son cinco, son tres, porque es en ese momento cuando empieza a zumbar furiosamente mi móvil, intentando contactar conmigo para saber donde cojones estoy y cuanto voy a tardar, supongo...
No le sirve de nada, llego a la hora proyectada-esto es, tarde-, y me les encuentro a él y a su amigo sentados en la barra del bar, rodeados de niñas pijas con un pie en el umbral de la anorexia y chulitos con ropa de marca y sonrisas deslumbrantes. El sitio huele demasiado a colonia cara y la decoración desprende un regusto a modernidad un tanto frío e impersonal, pero debo ser el único que lo ve así porque todo el mundo parece allí encantado de estar dentro, dentro del local y dentro de sus propios pellejos. Hasta el amigo de Carlos parece contento consigo mismo, a pesar de que sus morros dan un nuevo significado a aquella frase de "sus labios eran como dos tiras de carne cruda". Sin duda es el único allí dentro que no pasa dos horas diarias en el gimnasio, posee una barriga descomunal que rebosa su cinturón, y en sus ojillos inyectados en sangre y rodeados de bolsas flota una concupiscencia que induce a pensar en que puede hacer tantas guarrerías como se me puedan ocurrir ahora mismo y quizás alguna más.
A su lado Carlos, enfundado en un perfecto traje gris de Armani resulta un dios griego en comparación, a pesar de su permanente sonrisa de jilipollas.
-Por fin -exclama casi con alivio al verme aparecer, poniéndose de pie- Estabas ya casi con una orden de busca y captura.
-Se me hizo tarde arreglándome -respondo con una sonrisa llena de dientes-.
Carlos contiene de modo visible la barbaridad que le viene a la boca mirándome de arriba a abajo con una sonrisa parecida, luego tiende una palma abierta hacia su amigo como si fuese algo reseñable y anuncia:
- Este es Manolo. Manolo, este es el compañero de la oficina del que te hablé.
Manolo salta de su taburete al suelo y queda con su nariz a la altura de mi esternón. Tiende una mano regordeta con uñas largas y no demasiado limpias que le estrecho con cara de haberme atragantado con un hueso de pollo.
-Vamos a pasarlo muy bien los tres -susurra Manolo y viniendo de esos labios suena como una amenaza que me llena de un desmedido pánico-.¿Quieres tomar una copa o nos vamos ya al lío?
Miro a Carlos incrédulo, él acentúa su sonrisa jilipollas encogiéndose de hombros con un gesto de "qué puedo hacer yo" y anuncio:
-Tomaré una copa primero. Un whiskito.
Manolo demuestra con un resoplido su frustración y vuelve a trepar a su taburete, mientras yo le contemplo pensando qué favor puede deberle Carlos a este elemento para dejarle que le ponga las manos encima y de rebote querer que me las deje poner yo también. Además algo en la expresión de Manolo me hace adivinar que no va a darme ese justificante así como así, que voy a tener que ganármelo con mucho sudor por mi parte.
¿De verdad me interesa tanto ese trabajo como para pasar por el trance de ver a Manolo sin ropa ? ¿Tanto como para ver ese culo de cerca a escasa distancia de mi cara?...
Cuando Carlos me tiende el whisky lo agarro, me lo bebo de un trago y digo:
- Ya vamos entrando en calor. Otro par de ellos y estaré listo para lo que sea.
Manolo rie palmoteando el mostrador y yo rezo por la salvación de mi alma pecadora...

1 comentario:

  1. Me tienes en ascuas, esperaba un poco más....me quedo pensando como será y ya que estoy invitado de voyeur, almenos podré opinar de que no se si con un par de güiskis se puede olvidar uno del barrigón y no se te encoje la cosa irremediablemente, pero claro, todo es cuestión de estónago o de lo necesitado que esté uno en solucionar un problema gordo laboral, que tal como está la cosa no se puede perder un empleo así como así y si un polvo lo soluciona..., aunque creo que en el fondo, aunque se haga el tonto, Carlos le gusta un montón y creo que se centrará en ello ¿ no ?
    Un abrazo....amigo

    ResponderEliminar