miércoles, 3 de noviembre de 2010

22

Por fin hoy salgo del hospital.
No soy ni mucho menos él mismo que entró: en el aspecto físico para empezar arrastro una ligera cojera que  me durará si no toda la vida al menos una larga temporada y como recuerdo alternativo, me queda una interesante cicatriz blanca desde el rabillo del ojo derecho hasta la base de la mandíbula de ese mismo lado que recorro sin descanso con la yema de los dedos cuando no estoy pensando en nada. 
Bueno, y también cuando pienso demasiado.
No voy a decir que he llevado todo este tiempo de maravilla para hacerme el machito, porque la realidad es que ha sido una pesadilla, tanto en el tema clínico como en el tema personal. En el primero, he soportado una larga rehabilitación en manos de, como no, la gran Helga, que no solo fue mi enfermera de día sino que además vigilaba que durante mis horas de gimnasia no me saltase ni un solo ejercicio y sudase tinta china antes de volver a mi habitación.
"Quiero ver esos calzoncillos empapados, muchachote" era su lema cada mañana cuando me llevaba a la sala de torturas. Helga es grande y fuerte, en sus manos me he sentido un ratoncillo gimoteante entre las zarpas de un gato maligno porque ha procurado no dejarse ablandar por mis súplicas y ha forzado mi maquinaria personal hasta un punto en el que me ha sido difícil no creer que no siente un placer casi sexual con la tortura de personas indefensas. Así se lo he hecho saber cuando cada mañana le he gritado "¡eso duele, jodida zorra!¿te estás poniendo cachonda con esto?" y cada vez ella ha sonreído con la placidez de un enorme búfalo rumiando en la sabana africana, contestando: "¿cachonda con estas minucias? ¡ha-ha-ha, necesito mucho más que esto para ponerme caliente, cariño!" o ingeniosidades parecidas, pero dedicándose después a mi padecimiento con una saña y un ahínco que contradecían sus palabras...
...después, cuando Helga me dejaba en mi camita cambiado, aseado y jodido, comenzaba mi propia auto-laceración, con mi cabeza volviendo una y otra vez a las semanas extrañas antes del accidente, al área y a Ojos Azules apareciendo ante mi aquella noche primera con una sonrisa vacilante, colocando un punto de inflexión en mi vida a partir del cual nada, ni siquiera yo, volvió a ser lo mismo.
Sus manos enlazándose a mi espalda y aquella manera en que sus dedos jugaban con mi pelo.
Demasiado poco para ser tan importante, demasiado poco para causar tanto dolor.
Por supuesto en cuanto pude le hice saber a Carlos lo que pensaba de su "afortunada" intervención en mi relación con Ojos Azules y ni aún así pude librarme de él: reaccionó con visible indignación en principio, después estuvo una semana sin aparecer por el hospital sintiendo al parecer que yo le había herido en algo ("mordiendo la mano que te da de comer, muy bonito" dijo  antes de despedirse ) y por fin volvió argumentando que aunque a mi me costase verlo, él era mucho mejor persona que "ese estirado" y no iba a dejarme en la estacada cuando más falta me hacía, que el tiempo pondría todo en su lugar y más adelante yo vería lo buena persona que él era y le pediría perdón y él ,como el bello ser humano que es, me abriría sus brazos sin rencor y me diría que todo estaba olvidado.
"Y me dejarás que te la chupe", completé yo con una risa sarcástica. 
"También, también si es eso lo que quieres" rió, demostrando que su visión del mundo, la realidad y las cosas dista mucho de la que tienen el resto de los mortales.
Así hoy, el día en que oficialmente me dan el alta, he pedido a la gran Helga que haga una pantomima por mi y engañemos a Carlos de manera que pueda yo abandonar el hospital sin que él se entere.
- ¿Y está seguro que eso está bien hecho?-ha gruñido Helga haciendo vibrar las cerdas de su bigote- No es que a mi me caiga muy bien ese tipo,pero a fin de cuentas es el único que se ha asomado por aquí durante todo este tiempo. ¿A donde va a ir, cariño?
En realidad tengo muy claro donde quiero ir. Durante estos meses, con la ayuda de Carlos, debo reconocerlo, he re-vendido mi piso y la furgo, he liquidado mi hipoteca y no me queda nada: una libreta de ahorros con un poco de dinero, una maleta con mis efectos personales y media docena de cajas en el trastero  también de Carlos llenas de cosas que no necesito para nada. Así que me encuentro en una situación extraña sin ningún tipo de compromiso en la cual no hay nada que me condicione a seguir una u otra dirección, puedo decidir libremente a donde quiero encaminar mis pasos. Y sí, de hecho lo tengo decidido, he tenido cientos de horas muertas en soledad para pensarlo a conciencia pero para eso también me hará falta la colaboración de Helga,sobre todo porque me será imposible conducir durante una temporada. A pesar de ello, no puedo esperar, me urge lo que quiero hacer porque después de tanto tiempo perdido siento justo eso, que no puedo perder más tiempo.
- No lo tengo demasiado decidido. Ante todo he de hacer una visita urgente según ponga el pie en la calle, después decidiré cual será el siguiente paso. Pero para eso necesito ayuda...
El plan, evidentemente, es ir al pueblo donde Ojos Azules vivía, comprobar si es cierto que se ha largado y si es así, intentar encontrar alguna pista de su paradero. No es que albergue la menor duda de que cuando me dijo que se marchaba terminó marchándose de verdad, es tan solo una forma de aniquilar la única minúscula y diminuta esperanza a la que me aferro, esa según la cual él solo me dijo eso para que me apartase de su camino, y en realidad ha acudido a visitarme por las noches mientras yo dormía, ha hecho un seguimiento de mi convalecencia y está esperando que al salir yo vuelva de cabeza a sus brazos. Y, aunque tanto Helga como Carlos me han asegurado que no ha ido nadie al hospital a excepción de algún compañero de trabajo y gente del banco siempre cargados con malas noticias, esa esperanza se las ha apañado para sobrevivir, se ha hecho fuerte en un rincón cerca del corazón y muy lejos de la cabeza, y de lo que ocurra hoy dependerá que se mantenga viva o que reciba el golpe de gracia definitivo. Así que sonrío a Helga con esa cara de buen chico que sé que la conmueve un poco y termina por resoplar:
- Está bien, cariño, pero que conste que después habrá terminado nuestra relación enfermera-paciente, ¿queda claro? No sé porqué me he involucrado tanto con usted, pollito, quizás es esa cara de muchacho desvalido que no tiene a nadie y esa cabezonería de golfillo de colegio...
Yo, a mi pesar, también me he involucrado con Helga de la forma en que uno lo hace cuando el número de seres humanos con los que contacta es inferior al de los dedos de una mano, y en parte me asusta pensar qué será de mi en el momento en que deje de tener su enorme sombra reconfortante sobre mi cabeza. 
- Solo tendrá que acercarme en coche a un pueblo cercano, he de buscar si todavía allí sigue estando alguien y si queda alguna manera de encontrarlo. Luego quedará libre de sus compromisos conmigo, ¿de acuerdo?
Helga emite un gran suspiro y me dice bajito:
- Era él, ¿verdad? Aquel muchacho de los ojos azules que solo vino una noche. Que dolor en su mirada, cariño, me partía el corazón...
Bruscamente me han asaltado las lágrimas y he tenido que pasar un buen rato con el rostro hundido en el descomunal busto de Helga mientras ella me ha palmeado con fuerza el lomo, sin decir nada.

1 comentario:

  1. Helga, Helga, Helga, divina Helga.

    Y por fin lloró, por fin se dio cuenta de que es lo que quería, veremos a ver que encuentra, seguirán las gallinas casi seguro, pero estará el gallo.

    Es Obvio que uno ya sufre y quiere que ojos azules esté, donde sea pero que esté, que al menos vuelva a aparecer. Veremos.

    Muy bueno.

    Un beso.

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