Aprovecho el instante en que las circunstancias me han hecho olvidar los encantos del mango de Barba Dorada para levantarme y salir corriendo por donde Ojos Azules desapareció, consciente de haber perdido la única mínima oportunidad que los dos teníamos de haber logrado salvar algo de lo nuestro. Cuando rodeo la casa, el viejo Ibiza blanco que conducía cuando le conocí es apenas una nube de polvo en el horizonte mientras alrededor se está desatando una minibatalla campal con los efectivos de un par de coches de policía reduciendo a los delincuentes albano-kosovares, Carlos ronroneándole algo a la oreja a un joven y atractivo agente que le escucha con una libreta en la mano y cara de asombro, el gallinero entero cacareando por los contornos... tengo un momento para pensar con preocupación en Barba Dorada y su encantadora verborrea albanesa, después me siento muy cansado, tan cansado que simplemente primero me arrodillo, luego me tumbo en el suelo y cierro los ojos, limitándome a dejar que lo que sea que ocurra fuera siga ocurriendo, limitándome a esperar...
("es mi primera vez")
("¿la primera vez que estás aquí o la primera vez que estás con un tío?")
("la primera vez")
Quien piense que la vida avanza hacia algún lado está equivocado: la vida en realidad no hace más que trazar círculos, a veces son tan grandes que durante una existencia entera puedes llegar a creer que te estás moviendo hacia algún lado pero la mayoría de las veces, si vives el tiempo suficiente, te das cuenta de que las situaciones, las personas y los acontecimientos se repiten. Quizás porque nosotros adquirimos muy pronto unos esquemas determinados en función de la cual intentamos aunque sea inconscientemente que las cosas ocurran y se desarrollen, o quizás nada más porque esas situaciones y esas cosas son limitadas, y si te fijas con detenimiento ves que, apenas desaparecieron por un borde de tu campo de visión, ya estan empezando a asomarse por el borde opuesto.
Pero las teorías sobre la vida están hechas para intentar echarlas por tierra cada mañana con cada célula de nuestro ser, y tú puedes empezar a hacerlo desde ahora.
Yo no lo hice, dejé fluir los días en torno a mi y me descubrí en un punto muy próximo al lugar donde todo comenzó. Carlos consiguió dejar la tienda de pizzas y su equipo de nenes -creo que muy a su pesar en el fondo- y encontró un trabajo bastante parecido al que ambos teníamos antes. Cuando surgió una plaza vacante que "me podía cuadrar" fue a buscarme a casa de Helga, en cuyo mini piso me había yo metido a hibernar en pleno verano, y antes de darme cuenta el verano había pasado y estaba en el mismo punto de partida donde todo había comenzado. Incluso conseguí alquilar el mismo piso y pude sentir ganas de saltar al mismo vacío contemplando los mismos atardeceres desesperados... Barba Dorada, no sé como, consiguió escapar del cerco policial que se organizó en torno a la casa de Ojos Azules ( sospecho que Helga tuvo que ver con ello pensando que yo había encontrado en él mi clavo con el que sacar el otro clavo ), y me tuvo seis meses con los pantalones en los tobillos follándome en los lugares más insospechados y prometiéndome qué-sé-yo qué cosas en su chapurreo albano-kosovar. Me enseñó a decir unas cuantas obscenidades y cuando aprendió mi idioma lo suficiente, me propuso irnos juntos a Albania, a celebrar una boda albanesa por todo lo alto en la que prepararían la ternera-rellena-de-un-cabrito-relleno-de-dos-pollos-rellenos-de-cuatro-codornices que prepara su familia en las ceremonias matrimoniales, y casarnos los dos vestidos de blanco con coronas de flores y un rito ortodoxo que no termino de estar muy convencido contemple con buenos ojos los enlaces entre parejas del mismo sexo, por mucho entusiasmo que Barba Dorada pusiera en el asunto.
Como era de esperar, le dije que no, porque había recuperado mi lugar en el círculo y me sentía lo suficiente seguro y protegido como para no querer salirme de la línea nunca más. Tuve que prometerle que lo pensaría, y despedirle en la estación de trenes una tarde de lluvia intentando borrarle con los dedos sus enormes lagrimones de los ojos.
"Promete que tu pensar y venir conmigo", fue lo último que dijo y supongo que algo en mi abrazo le hizo sentir que eso no iba a ocurrir nunca porque no se asomó a la ventanilla para decirme adios cuando el tren comenzó a alejarse. Su círculo se cerró en este punto y supongo que ahora le lleva a otro sitio, ojalá en compañía de otro hermoso albano-kosovar con quien casarse de blanco y rodeados de flores...
Y mi círculo, aunque al principio de todo me he resistido, ha vuelto a dejarme aquí, donde esta pequeña aventura empezó.
En el área de descanso.
De nuevo ha anochecido demasiado pronto, y supongo que con las luces apagadas bajo esta fina e insistente lluvia, mi coche debe ser practicamente invisible.
Bueno, no importa.
He redescubierto el encanto del depredador, y puedo permanecer agazapado horas aquí, en la oscuridad, aguardando a mi presa. Qué quieres, ¿no dicen que el hombre es un lobo para el hombre. Pues aquí estoy yo, metido en mi papel.
He redescubierto el encanto del depredador, y puedo permanecer agazapado horas aquí, en la oscuridad, aguardando a mi presa. Qué quieres, ¿no dicen que el hombre es un lobo para el hombre. Pues aquí estoy yo, metido en mi papel.
No sé cuanto tiempo pasa sin pensar en nada en concreto, o todo lo más en lo de siempre: en cuanto tiempo llevo, en si debo seguir esperando, en si qué pasa si justo ahora que me voy llega el polvo del año, en si me sentiré demasiado vacío si hoy vuelvo a casa sin presa para meneármela en el dormitorio, procurando no asfixiarme en ese silencio que produce la completa soledad en medio de la noche, para al final decidir que no importa sacrificar un par de horas de sueño si se cruza hoy también ese desconocido que justificará la noche por hoy, solo por hoy.
No, no sé cuanto tiempo pasa, cuando de pronto un par de faros entran al área y rápidamente enciendo mis luces para demostrar al recién llegado que hay alguien allí, esperando.
El vehículo se acerca muy despacio por el lado opuesto hasta detenerse allí, a media docena de metros de distancia, apenas una mancha borrosa bajo la lluvia.
El corazón se me detiene en el pecho cuando veo que es un Ibiza blanco de los antiguos. Uno como el suyo.
Puede ser una coincidencia, puede ser verdad, pero de todos modos no me muevo de donde estoy, paralizado por el miedo y la emoción. ¿Puede haberse completado el círculo hasta ese punto, hasta conseguir que también él vuelva aquí?
Escucho el suave sonido del motor ahí al lado, y no soy capaz de moverme. No sé qué me da más miedo, si ir hasta allí esperando encontrarle y que no sea él, o quedarme quieto, que de verdad se trate de Ojos Azules y le deje perderse por ultimísima vez.
No hace calor pero empiezo a sudar, y noto como la palma de mi mano resbala cuando la coloco sobre la manilla de la puerta pensando en si debo empujar y abrir. Quiero empujar pero tengo tanto miedo... miedo a que me haya hecho ilusiones y no sea él, pero más miedo aún de que sea y se marche al verme, miedo a que de verdad todo sea un círculo, todo vuelva a empezar y yo no sea capaz de hacer bien las cosas y vuelva a estropearlo todo de nuevo...
No creo que transcurra demasiado tiempo pero el Ibiza por fin arranca otra vez y se aleja despacio hasta perderse en la oscuridad.
Bien.
"Es mejor así" me digo y no es solo porque me suene bien, es que de verdad lo creo así.
Seguiré esperando un rato más, porque después de todo puede que hoy sea mi día de suerte.
¿No has pensado dejarte caer por aquí?
Hazlo, y saltaré sobre tu cuello.
Soy un profesional, no tengas miedo.
Te estoy esperando...
FIN