jueves, 30 de septiembre de 2010

19


Por la mañana el momento no llegó.
En la almohada encontré una nota de Ojos Azules avisándome de que tendría que pasar el día fuera pero que esperaba no encontrarme a su vuelta tan cansado como la noche anterior para poder estar un rato conmigo. Yo suspiré aliviado diciéndome que si no completaba mi confesión no era ahora por culpa mía y que hasta la noche tendría tiempo bastante como para pensar bien cuales iban a ser mis palabras, esto es, encontré una forma satisfactoria para mi conciencia de aparcar el asunto y me lancé a la vorágine de la jornada...
Después ha resultado que por una razón o por otra el momento siempre parece ser inadecuado:si él está feliz, pues porque yo no creo ser quien para estropear su felicidad; si le siento preocupado, porque no me parece justo añadir una nueva preocupación más a las que ya tiene. A veces porque Casilda está ahí en un rincón contemplándonos con su mirada oscura y siniestra (adjetivos que a Ojos Azules le hacen partirse de risa cuando los empleo referidos a Casilda ), y pienso que si elijo ese momento para confesar mi pequeña infidelidad ella va a sacar un cuchillo de monte de debajo del delantal y va a venir corriendo hasta a mi enarbolándolo y dando alaridos. A veces, muchas, sin razón aparente, porque estamos paseando bajo esos cielos excesivamente grandes y grises sin hablar, a ratos cogiéndome él de la mano como si fuéramos dos colegialas al salir del insti, y entonces pienso que podría sincerarme y que él no iba a dejar caer mi mano de entre sus dedos al escucharme. Pero de pronto imagino la sombra de dolorosa decepción que va a dibujarse en su rostro mientras yo le hablo y cualquier vestigio de valor que pudiera haber sentido se desvanece.
Nunca me ha mirado nadie como él lo hace y no quiero que desaparezca esa luz de sus ojos cuando me mira...
Al lado de ese sentimiento, mi affaire con el camionero va empequeñeciéndose, ha pasado a la categoría de anécdota y me pregunto de pronto si no habrá sido un sueño, y si no lo fue si merece la pena rescatarlo de mi ya casi olvido para enrarecer lo que hay entre Ojos Azules y yo. La estupenda versión de mi que siempre encuentra la manera ideal de justificar mis actos y darles una explicación por bochornosos que sean, decide que quizás el asunto en el área no fue más que una señal divina destinada a hacerme valorar en su medida adecuada mi relación, y que es así como debo tomarlo: he recibido la señal y voy a proceder en consecuencia, eso es todo.
Así que los días empiezan a encadenarse uno tras otro y yo me embarco en una rutina trabajo de dia, Ojos Azules de noche, que llevo con la alegre pero sólida virtud de una nueva versión de Maria Goretti, con pelos en las piernas y algún que otro pensamiento deshonesto, eso sí, que a pesar de todo no me cuesta ahuyentar con un suspirito. Con este sano espíritu me adentro cada mañana en el lupanar que es el telepizza, con el Mr. y su equipo de nenes lascivos. Por íncreíble que pueda parecer Carlos resulta ser todavía peor que yo en asuntos culinarios, con lo cual ha quedado destinado a la motito permanentemente mientras yo ( que a la vez demostré lo nefasto que resulté patrullando las calles el primer día que estuve con la moto ) he sido emplazado en la cocina. No me cuesta demasiado el asunto de desperdigar con vehemencia puñados de esto y de aquello sobre los redondeles de masa y evadirme un tanto de la atmósfera de concupiscencia que reina en el pequeño espacio en el que tengo que trabajar con mis compañeros, es más, lo encuentro relajante y hasta cierto punto satisfactorio. Los que me rodean, viendo que no entro al trapo en las bromitas subidas de tono y los tocamientos "involuntarios" ya empiezan a tomarme un poco el pelo y cacarean cuando entro "no digais ordinarieces que llega la santita" pero el tema me divierte y supongo que forma parte de un buen ambiente laboral.
A Carlos no le divierte, de hecho se siente preocupado cuando llega el momento en que se ha pasado por la piedra al 70% de la plantilla y yo todavía no me he estrenado con ninguno.
"Tu me ocultas algo" dice cuando cada noche rechazo con mi sonrisa virtuosa acudir a la fiesta que se montan al terminar jornada y me largo a coger mi furgo. Yo cada vez le digo adios con la manita en plan primera-dama-del-gobierno desde detrás del volante y salgo derrapando a mi refugio personal en planeta-gallinero.
Pero claro, Carlos como era de esperar no va a conformarse con esa actitud evasiva, está decidido a tener algo que ver con mi vida y mis asuntos aunque pretenda tenerle al margen de ellos. Hoy jueves, día en el que tengo la tarde libre y me puedo marchar después de la hora de comer, no le he visto por ahí rondando como hace siempre que me voy, y por un momento he pensado que se ha cansado de darme la paliza y me va a dejar seguir con mis cosas mientras él se dedica a las suyas...
...no es así, claro, apenas me meto en la autovía para salir de la ciudad y a pesar de tener la cabeza un poco en las nubes fantaseando sobre de qué forma pasaré la tarde con Ojos Azules aprovechando el extra de tiempo libre, no tardo en darme cuenta de que una moto roja me está siguiendo.
- No lo puedo creer -murmuro en voz alta-.
Piso el acelerador decidido a perder al moscón en una curva, pero el Mr. debe tener las motitos trucadas porque tiran que se las pelan, y aunque gano una considerable ventaja, no termino de perderlo de vista. Mientras escupo todas las maldiciones que me vienen a la cabeza me pregunto que puedo hacer si descarto coger la salida que me lleva a casa de Ojos Azules para no llevarle directo justo hasta donde está deseando llegar, y la única opción restante es el área, como no. De manera que sigo pisándole a fondo hasta llegar, hoy está afortunadamente vacía y nadie va a ser testigo de como le doy un par de sopapos a mi pertinaz perseguidor.
Este, al entrar al área detrás mio y verme allí fuera de la furgo con los brazos cruzados en actitud combativa, se tambalea un poco sobre las dos ruedas hasta el punto de que me creo que se va a dar una trompada, pero no, retoma el control, se detiene a una distancia prudencial y se queda allí parado sin quitarse el casco ni bajarse de la moto.
- Vamos, so capullo -digo envalentonándome y caminando a grandes zancadas hacia él- ¿Porqué me estás siguiendo, qué cojones quieres? Carlitos, nunca pensé que llegaríamos a este punto de la relación pero siento como si estuviese a punto de darte una hostia...
El motorista se quita el casco y zas, no es Carlitos, es Feli, el cachas musculoso que estuvo a punto de violarme en el lavabo. Con Carlos no sé si podría en un combate cuerpo a cuerpo, pero con Feli sé positivamente que no puedo. Me paro en seco, tomo aire y digo con voz estrangulada:
- Coño, eres tú. ¿Se puede saber qué haces aquí?
Él se apea de la moto también con una sonrisita.
- Seguirte, ¿no lo ves?
Esa actitud chulesca no presagia nada bueno. Seguro que es buena idea aprovechar el momento para recular poco a poco y volver a mi vehículo, pero me parece como si el huir demostrando así lo que me acojona el tío fuese a precipitar las cosas en el peor de los sentidos, así que me decanto por permanecer firme donde estoy aunque sin seguir avanzando.
- Estás un poco lejos de la zona de reparto. Al Mr. no le va a gustar que andes haciendo el gamba por ahí con su moto sin hacer lo que te mandan.
- Al Mr. le encanta como me le follo, no va a decirme nada. Y a ti también te gustará si lo pruebas.
Miro a un lado y a otro, sin encontrar más que el paisaje un poco pelón que rodea el área, el cielo gris blanquecino sobre mi cabeza y el viento arrastrando un puñado de hojas secas hacia mis pies. Nunca el área me resultó tan apartada de todo como ahora.
- ¿No tienes bastante con Carlitos? ¿Porqué no te largas y me dejas en paz?
- De eso se trata, de Carlos. Está un poco obsesionado contigo y lo que sea que haces cuando sales de currar. Quería ser yo quien le aliviase la curiosidad, y en fin...-ahora él también miró alrededor con cierto aburrimiento-...me parece que he oido hablar de este sitio. Aquí se viene a follar, ¿no?
No contesto porque me temo la conclusión que Feli va a sacar y me creo que si no digo nada le va a costar establecer la asociación de ideas, pero es lo bastante hábil como para seguir él solo el hilo lógico de pensamiento.
- Pues entonces vamos a follar, ¿qué te parece?
- No quiero follar contigo, joder, ¿es que no te has dado cuenta todavía?
- Pero si no me has dado ni una oportunidad. Venga, donde te apetece, ¿en tu furgoneta o nos metemos ahí entre esas matas?
- He-dicho-que...NO -digo despacio mirándole a los ojos-.
Él sonríe de nuevo, porque le atrae el reto. Separa los brazos levemente del cuerpose agacha un poco y adopta una cierta postura de cazador a punto de saltar sobre su presa. Está claro que no va a conformarse con un "no".
Ahora he cambiado de idea con respecto a lo de no moverme y lo que espero es que una huida repentina sea lo que le sorprenda: en una milésima de segundo ya me he dado la vuelta y estoy corriendo hacia la furgoneta, con la mano forcejeando a la vez dentro del bolsillo de los vaqueros para sacar las llaves y salir de allí cagando leches. Intento inútil porque Feli se me tira en plancha a los pies como un jugador de fútbol americano, supongo que dándose una hostia cojonuda pero logra agarrarme de los tobillos y hacerme caer, con lo cual en la milésima de segundo siguiente le tengo encima, jadeando y forcejeando con mi bragueta. Está muy bueno, no diré que no, y tampoco que no haya tenido yo en mis momentos de calentón la fantasía de que un macho de estas dimensiones me fuerza salvajemente en el suelo de un aparcamiento, sin embargo el espíritu humano es complejo, lleno de contradicciones, y en este momento la idea de que Feli haga mis sueños realidad me parece carente de cualquier atractivo.
- ¡Vale, vale! -digo en un gritito tratando de postergar lo que parece inevitable- Lo haremos pero en la furgo mejor, que me estás despellejando el culo.
Mi agresor detiene el ataque un momento con una ligera sonrisa de desconcierto ( y creo que de desilusión ) ante mi repentina actitud de colaboración, y abre la boca para decir algo.
En ese momento, se oye un pitido corto de sirena y, aunque parezca increíble, de detrás de los matorrales más alejados sale con un rugido el coche patrulla de la Guardia Civil.
Romerales.
No sé si debo alegrarme o si esto es la demostración de que como dicen, por mal que vayan las cosas, siempre hay un peor. La otra noche tuve una pesadilla en la que Romerales me sodomizaba en un calabozo mientras su ayudante rubio con cara de dormido se meneaba con desgana una picha bastante floja, un sueño lleno de detalles ( la picha floja en si misma, la sensación de tener el palo de una escoba metido en el trasero, el hilillo de saliva que le caía del labio a Romerales ) que ahora se me antoja profético y amenazador. El hombre de mis sueños se baja ahora del coche con gesto de evidente satisfacción a la vez que Feli rueda de encima mío intentando subirse la bragueta.
- Ajá. Cometiendo actos deshonestos en medio de la vía pública.
- Por fin, agente -suspiro tratando yo de abrocharme los pantalones sin levantarme del suelo- Menos mal que ha llegado, este tipo estaba tratando de...
- ¿De violarte? -Romerales lanza una siniestra y silenciosa carcajada a un cielo al que solo faltan unos cuantos pájaros negros para componer el escenario de una película de horror- Se te ha caído el pelo, maricón. De momento os voy a llevar a ti y a tu novio al cuartelillo y allí ya veremos de cuantos delitos contra la moral y la salud te puedo acusar. Sodomita. Degenerado. Cochino.
Feli me mira como si aquello fuese una broma y yo fuese a decir en cualquier momento a Romerales "vale, ya está, ya se la hemos colado a este capullo, quítate el disfraz y el bigote postizo y vamos a montarnos un menage-a-quatre". Cuando repara en mi expresión, emite un gemido y parece que me ha leído el pensamiento porque susurra:
- Estamos jodidos.
La verdad, no puedo estar más de acuerdo...

martes, 21 de septiembre de 2010

18


Cuando aparco frente a planeta-gallinero, la oscuridad es total a excepción de una lucecita temblorosa en el piso superior. Pienso que quizás Ojos Azules esté leyendo o que nada más me ha dejado una luz encendida para que no tropiece con nada al volver a casa, y las tripas se me contraen en un doloroso retortijón. ¿Como voy a llegar así, con la fragancia dulce y espesa del camionero todavía entre mis dedos...?
Bajo de la furgo lo más silencioso que puedo, bajo esa luna más fría que el mismo aire de la noche, y me deslizo de puntillas por la planta inferior de la casa, logrando arrancar unos "clo-clo" inquietos a las vecinas del piso de abajo pero mayormente silencioso, hasta que en la base de la escalera tropiezo con una figura pequeña y rolliza que me arranca un alarido:
- ¡La puta que la parió!...pero Casilda, ¿se puede saber qué cojones hace aquí a oscuras?
En efecto es Casilda que, para mi sorpresa, saca un teléfono móvil de algún punto de su refajo y presiona algún botón para alumbrarnos con la luz de la pantallita y supongo poder verme la cara. No dice una palabra, claro, pero bajo aquella leve claridad azulada, con la mirada algo desorbitada y terrible, guarda un inquietante parecido con Mrs. Danvers, el ama de llaves de Rebeca.
"Lo sabe" me digo "Sabe que vengo de echar un polvo y por tanto de ponerle los cuernos a su jefe". Ella, como si quisiera confirmar mis palabras, olisquea un poco el aire entre ella y yo, lanza un gruñido y sale al trote sin decir ni siquiera buenas noches.
Tras este recibimiento subo la rechinante escalera como la mismísima Joan Fontaine, temeroso de lo que me pueda encontrar, sin saber todavía qué es lo que le voy a decir cuando le tenga delante...
Mi sombra tiembla un instante al abrir la puerta, se debe a que hay media docena de velas en el rincón del sofá, en donde Ojos Azules está envuelto en una bata peligrosamente corta, con los ojos cerrados. De fondo se escucha una musiquilla que no logro identificar, cuya única función es evitar que el silencio sea absoluto para facilitar la relajación, como él me ha contado en alguna ocasión que le gusta hacer. Al sentir abrirse la puerta, abre los ojos un momento ( incluso bajo esa escasa luz puedo ver un reflejo del color que me tiene enamorado ), sonríe y vuelve a cerrarlos.
- Has vuelto. -dice pero sin sorpresa ni tampoco en ese plan de "ya sabía yo que terminarías regresando", no , lo dice simplemente como si el hecho en sí le llenase de satisfacción. Al sentir que yo no me decido a moverme vuelve a entreabrir los ojos y me hace un gesto para que me acerque- Vamos, siéntate. ¿Quieres contarme qué tal has tenido el día? ¿O prefieres darte una ducha y relajarte?
- Estoy...-trago saliva y suena un retumbante "glup" que creo se escucha desde la esquina donde él se encuentra-...cansado. Lo de la ducha es una buena idea.
- Vale -asiente volviendo a relajarse- Si me he dormido cuando salgas, apaga las velas, ¿de acuerdo? No quiero terminar llamando a los bomberos como me ha amenazado Casilda que iba a ocurrir.
"OK" respondo y me escabullo al baño, con ganas de arrancarme los pelos de la cabeza. Si él no se hubiese comportado así, si me hubiese demostrado desconfianza, y me hubiera asediado a preguntas sobre donde me había metido todo el día, me habría resultado más fácil no sentirme culpable y tomar nuevas decisiones más drásticas sobre su futuro y el mío...
...pero no, tenía que resultar así, tan perfecto y encantador como siempre.
Le odio por darme tan pocos motivos para odiarlo.
Me ducho con el agua casi hirviendo, frotando todo mi cuerpo con fiereza hasta dejarlo colorado para eliminar cualquier rastro del aroma de mi encuentro furtivo, y cuando por fin la piel está a punto de empezar a salírseme en tirillas paro, me envuelvo en el albornoz que me tiene reservado colgado tras la puerta del lavabo y vuelvo a la habitación grande, escocido pero con un fresco perfume de limón.
He debido estar un buen rato borrando huellas porque Ojos Azules parece dormido en el sofá. Me acerco de puntillas y paso un buen rato acuclillado frente a él, contemplando nada más el polvo dorado que parece bailar en sus pestañas, esa piel como de bronce y la profunda calma que desprende su rostro. Cuando de pronto abre los ojos y sonríe, me caigo sobre el trasero del susto.
- Coño. Pensé que te habías dormido-gruño-.
- Casi, pero no del todo. Te oí respirar ahí al lado y me pregunté qué estaba pasando. ¿Estás mejor?
- Ajá.
- ¿Quieres tomar algo?
- Hum. No. Estoy tan cansado que no tengo ni hambre...-al ver una nota de divertida curiosidad en su rostro, tengo que seguir-...es que tengo un curro nuevo, ¿sabes?
- Vaya, que genial.
- No te creas. Es en un telepizza. Llevo todo el día con la moto y me he pillao una chupa de agua que ni te cuento.
- ¿Telepizza? ... Vaya. Debe ser duro.
- Uff, vaya si lo es. Además -ahora adopto un tono confidente-creo que todos los que trabajan allí son mariquitas.
- ¿Mariquitas? -le baila la risa en los ojos- ¿Quieres decir como tú y como yo?
- No...vale, sí pero no. Ellos más.
- Bueno-bueno-bueno -ahora parece luchar por contener la risa- Así que "más". Y supongo que eso no está bien.
Niego con rotundidad con la cabeza para demostrar que eso no está nada bien, en efecto.
- Que pasa, ¿han sido malos contigo? ¿te han tirado los trastos, como dices tú?
- Hubo una fiesta al terminar. Uno intentó propasarse conmigo y tuve que salir huyendo -explico con una sonrisilla pudorosa-.
- Pero tienes pinta de defenderte bien tú solo en esas situaciones, ¿no? Un hombre como tú...con tu experiencia...
- Eh -protesto ofendido al notar cierta dosis de cachondeo en su voz-, que no tengo tanto rodaje como tu te piensas, de hecho yo diría que muchísimo menos...
- Vale, vale. Entonces no llegó la sangre al río como se suele decir, conseguiste escapar indemne y con tu honra intacta.
Sigo notando cachondeo y no respondo, en parte por aquello de fingir una dignidad herida y tal, pero además ahora es cuando se supone que le cuento la segunda parte: que volví al área y me follé al camionero, y puede que a continuación le suelte todas las dudas y las vueltas que le doy a la cabeza y qué se yo.
"Pero no tiene porqué ser justo ahora" me digo viéndole tan relajado y evidentemente feliz de tenerme a su lado. Así que trepo al sofá y me tumbo con la cabeza sobre su regazo dejando que sus dedos jueguen con mi pelo.
-Yo eso de la honra lo perdí hace tiempo por ahí en algún sitio -murmuro con la boca aplastada contra uno de sus muslos peludos- Y donde quiera que esté, allí está bien, jeje.
En realidad estoy muy cansado, hecho polvo, y si algo me mantiene despierto es esa vocecilla interior que insiste en susurrar: "Díselo. Por lo menos sé sincero. Si tanto le quieres, se consecuente con ese sentimiento, Debe enterarse de quien eres tu en realidad para saber a qué atenerse en el futuro."
Pero no es tan importante. Yo soy algo más que mis polvos desprovistos de sentido en el área de descanso, ¿no? Es parte de mi, sí, pero no tanto como para tener que decírselo ahora y romper este instante de calma perfecta.
Veo su rostro hermoso y tranquilo ahí arriba, reclinado sobre mi y cualquier deliberada ocultación de la verdad está justificada, porque ahí, en ese preciso instante con el tiempo suspendido entre los dos, resulta inconcebible hacer o decir nada que le pueda ocasionar cualquier dolor.
No se si es la forma adecuada de actuar pero miro en mi corazón y siento que estoy haciendo lo correcto. Cualquier cosa puede esperar hasta mañana.
Así que cierro los ojos y dejo que siga acariciándome el cabello con esos gestos lentos y suaves, y que el sueño se deslice en mi despacio de la misma forma en que sube la marea, poco a poco y sin darse uno cuenta, hasta que...
...me quedo...
...
...
...

viernes, 17 de septiembre de 2010

17


De noche, en el área.
Por fin después de oscurecer ha parado de llover y entre las nubes se asoma a ratos una luna fría y pálida que sumerge el mundo en una helada calma. Nunca hubiera imaginado que iba a terminar viniendo aquí cuando no sé concretamente donde ir, y sin embargo aquí estoy, al volante de mi furgo, sin terminar de decidirme. Al final resultará que tengo un problema con este sitio y no me estoy dando cuenta hasta ahora.
Hasta hace cinco minutos un viejo amigo, el agente Romerales, ha estado aparcado detrás de mi vehículo dedicándome sonrisas de tiburón por el parabrisas y solo después de media hora se ha apeado, ha dado unos toques en la ventanilla y me ha colocado su mostacho a la altura de los ojos.
- Holaaaa. Que casualidad, volvemos a encontrarnos.
- Sí. Una de dos, o trabaja usted demasiado o estamos predestinados -le he respondido en tono huraño-.
- Créame, es lo primero. Espero que el destino me tenga reservadas sorpresas de mejor categoría. Y digame, ¿puedo ayudarle en algo? ¿Problemas con el vehículo, la tracción trasera, quizás?
- Es un área de descanso, ¿no? Pues eso estoy haciendo, descansando.
- Perfecto, perfecto. Nosotros también estamos escogiendo este sitio para hacer paradas en nuestras rondas nocturnas y desde que lo hacemos está tranquilísimo. Ideal para ese descanso que está usted buscando, je-je. De todos modos, para cualquier problema que tenga, estamos ahí, justo detrás de usted, ¿de acuerdo?
Para su desgracia algo ha sonado por la emisora que ha hecho gritar a su acompañante "¡jefe, tenemos que marcharnos!", y han tenido que salir zumbando, no sin antes señalarme con el dedo índice y el ceño fruncido como queriendo decir que me está controlando.
Si al final va a resultar que estamos enamorados...

Una vez que me han dejado solo he podido pasar revista al desastre de reunión con mis nuevos compañeros de trabajo, una pequeña fiesta en el piso de Feli con tres botellas de whisky del malo y la consigna "calzoncillos fuera" apenas se ha terminado la primera. Mientras un par de los nenes forcejeaban con los pantalones de Carlos, yo he murmurado un "excusez-moi" y he corrido al baño con la esperanza de terminar siendo olvidado, pero antes de poder cerrar la puerta un pie se ha introducido tras de mi, entrando a continuación el organismo completo de Feli, vestido solo con un tanga negro y luciendo una aparatosa erección.
- Tengo que hacer algo que solo yo puedo hacer -he explicado-.
- Buah, eso es una leyenda urbana, cariño. Cualquier hombre puede ayudarle a otro a hacer cualquier cosa por increíble que pueda parecer...sí, hasta eso puedo ayudarte a hacerlo yo -ha respondido con suficiencia logrando hacerme perder unos instantes preciosos pensando a qué se refería realmente con "eso"-.
Él ha aprovechado mi desconcierto momentáneo para cerrar la puerta y correr un diminuto cerrojo, luego se ha apoyado sobre ella con una sonrisa lasciva y se ha masajeado un rato la polla comentando así como de pasada:
- Fíjate en que estado llevo todo el día pensando en este momento. ¿No te doy pena?
Sin quererlo él, colocándome en esa situación de "esto va a ocurrir sí o sí y nada más porque lo digo yo" consigue que la vaga excitación que sentía hace un rato desaparezca por completo, terminando así con mis pequeñas dudas de conciencia.
- Me temo que no -responde esta casta versión de mi mismo que todavía me cuesta reconocer- Así que si no te importa dejarme mear a gusto, te lo voy a agradecer.
Feli posee una voluntad de hierro, inasequible al desaliento, la cual le ha hecho bajarse el tanga hasta medio muslo mostrandome un pedazo de mango que en su momento habría colocado en mi hit.parade personal de mangos, acompañado de un par de testículos oscuros y de aspecto pesado que también habrían encabezado mi ranking de pelotas en el caso de haberse encontrado este en situación de ser actualizado. Reconozco que he salivado un poco cual chucho a la vista de hueso de jamón, pero a la vez me ha sido tremendamente fácil poner la mirada en blanco y lanzar un resoplido de hastío.
- Ya veo que no vas a dejarme mear.
- Lo has adivinado. Se-puede-saber-qué-coño-te-pasa -pregunta dándome un toque en el pecho con cada palabra que me hace tambalear hacia atrás-.
Feli es grande y más fuerte que yo, me pregunto que posibilidades hay de que me haga pasar por el trance de ser forzado salvajemente en el WC, una experiencia que en su momento me hubiera parecido porno total pero ahora me provoca un cierto sudor frío. Me hace retroceder hasta que doy con mi culo en el lavabo y quedo practicamente sentado en él, con el cuerpo de Feli entre los muslos y ahí en medio su tranca con un tono rojo-amoratado cada vez más alarmante, se ve que la situación le está poniendo cachondo y está a punto de perder los estribos.
- E-escucha -digo sintiéndome la colegiala que ha bailado lentos demasiado pegados en el baile del instituto y ahora se ve forzada a improvisar una salida de emergencia- es tarde, estoy cansado de la moto, no tengo cuerpo para nada...quizás otro día...¿te parece?...
Feli se señala el rabo sonriendo como si estuviera escuchando jilipolleces.
- Vamos, tío, ¿Te parece que esto puede esperar?
De pronto golpean a la puerta y alguien grita: "¡Voy a entrar!"
Es Carlos, mi versión capulla del jinete salvador a lomos de un caballo blanco.
- ¡Adelante! -chillo-.
- ¡Ni se te ocurra! -ordena Feli- A no ser que vengas a echarme una mano para follárnoslo entre los dos.
La puerta se abre de un empujón haciendo saltar el cerrojo por los aires y aparece Carlitos en pelotas y empalmado, lo cual me hace presentir que el salvamento que va a brindarme será un poco relativo. Se queda mirando con la boca abierta la polla de Feli y solo puede decir: "¡Anda!".
- Este caballero está poniéndose un poco molesto -le explico con aires de modistilla ofendida esperando hacerme entender- ¿Me puedes echar un cable con él?
- Hombre, encantado -dice mi heroe y se pone a cuatro patas a chuparle el aparato a Feli-.
No creo que sea una maniobra de despiste porque su dedicación es sincera, sin embargo surge efecto, mi acosador se olvida por un momento de lo que estaba haciendo y yo aprovecho para escurrirme junto a ambos y salir a toda velocidad.
Paso corriendo por el salón, donde en el centro de un jaleo de culos y pollas morrocotudo veo al Mr. Él también me ve y puede que trate de decirme algo porque me señala con el dedo soltando lo que tiene entre manos durante un segundo, pero no espero a que se saque también lo que tiene entre los dientes y me lanzo escaleras abajo suspirando por mi libertad...

De ahí al punto en que me encuentro ahora no hay nada más que un lapso de conducir en la oscuridad sin pensar en nada en concreto y luego ese largo rato ahí con mi escolta personal de la benemérita cuidando de mi bienestar personal. Me he repetido varias veces las conclusiones que saqué tras la charla con mamá, y aunque en teoría sonaban bien, en la practica solo resultan palabras vacías. ¿Qué quiere decir esto? ¿Estoy condenado para el resto de mi existencia a no follar con nadie más que con Ojos Azules? ¿Ese es el futuro que me espera, utilizar este sitio exclusivamente como punto de descanso para el automovilista como le dije a Romerales?
Antes de que pueda responderme a mi mismo, veo llegar por el retrovisor un enorme camión con un montón de ruedas que se detiene al otro lado del área, en paralelo a mi furgo.
Camioneros. La presa más codiciada de los cazadores de la zona. Cuando enciende la luz de la cabina, veo que está particularmente bueno, es rubio con un gran bigotazo y la camisa a cuadros que uno imagina todo camionero debe llevar, remangada hasta el bíceps. Pego la nariz a la ventanilla del copiloto para verlo mejor y me dedica una agradable sonrisa.
Bien. Voy a lavar la mancha que ha caído en mi expediente después del suceso en el servicio de Feli, ese comportamiento de mariquita pudorosa que no reconozco en mi. Me bajo del vehículo con paso firme y atravieso el espacio que nos separa con paso firme y las manos en los bolsillos de mi chandal en una actitud que pretende ser desenvuelta. El tío parece satisfecho con lo que ve pues su sonrisa se acentúa y oigo el sonido que hace el seguro de las puertas al liberarse. No creo que hable ni una palabra de mi idioma porque me hace una seña para que de la vuelta y suba a la cabina por el otro lado. Más tenso de lo que quiero reconocer le obedezco y subo a su lado, con el corazón latiéndome en la garganta como si fuese la primera vez que me veo en una semejante. ¿O es que ya había olvidado esta sensación de ligera de nerviosa anticipación que precedía siempre al momento del contacto?...
Me le encuentro con la polla fuera del pantalón en ese estado que el diccionario de la real academia define como "morcillona", con una mano juega con ella mientras con la otra se acaricia el pecho por la camisa entreabierta. Aunque tengo motivos suficientes como para no reparar en ellos, me pierdo un momento en sus ojos, que son un poco del color de ese musgo que cubre las piedras y las cortezas de los árboles,de ese verde húmedo y brillante.
"Como vuelva Romerales nos hemos caido con todo el equipo" me da tiempo a pensar antes de inclinarme sobre la distancia que nos separa y meterme ese cacharro entre los labios. Es caliente, suave y ligeramente salado, quizás como todas las pollas pero me está resultando como si fuese la primera polla que me meto a la boca en mi vida...
Él dice algo de vez en cuando con voz ronca, en un idioma lleno de cortantes y ásperas consonantes, pero lo susurra de un modo que lo siento deslizarse en mis oidos con la suave calidez de un pañuelo de seda que él hubiera retenido mucho tiempo entre sus manos. Yo podría seguir toda la noche así, notando su sexo endurecerse en mi boca mientras él jadea en esa lengua extranjera palabras misteriosas vacías de significado para mi pero repletas de un sentido que de alguna manera me está volviendo loco. En cambio él no piensa igual, me hace incorporarme y después se desliza a la litera que hay tras los asientos, ofreciéndome a la vista un culo perfecto recubierto de un hermoso vello rubio. Deslizo la palma de mi mano por allí, sintiendo un nudo en la garganta de pura excitación, entonces entre sus muslos veo aparecer dos dedos que se deslizan ahí dentro, indicándome el camino a seguir mientras su pelvis se eleva y tiembla ligeramente, invitadora y sugerente.
En este punto es cuando yo me levanto sudoroso, murmuro una excusa que él no puede comprender y salgo corriendo de regreso a planeta-gallinero, a los brazos del hombre de quien creo estar enamorado, ¿verdad?
Pues no. No tardo ni un par de segundos en bajarme los pantalones y encajarle mi polla en el trasero arrancándonos a los dos un gemido de placer conjunto ( y sospecho que si mi aparato hablara, habría emitido un suspiro de alivio acompañado de un "por fin, pensé que hoy no entrábamos en acción" ). Los siguiente minutos son un polvo feroz y desesperado de los que supongo echan los reclusos que llevan veinte años sin follar pero que en mi persona está totalmente fuera de contexto: me cepillo al camionero con la rabia y el placer que proporciona el quebrantar los vetos que uno se autoimpone, como calzarse un bollo suizo en mitad de una dieta draconiana, y cuando nos corremos, lo hacemos a la vez, pegando unos gritos que temo que el agente Romerales dé media vuelta y se plante en el área con las sirenas del coche voceando y los pirulos azules encendidos...
...al terminar, no espero un instante, me despego al instante de la tibieza de ese cuerpo y salgo disparado de vuelta a la furgo, sin murmurar ni siquiera un hasta luego.
Saciado, satisfecho...y tremendamente culpable.
Arranco sin perder un segundo y me pongo en marcha.
Porque sé donde tengo que ir ahora, ¿verdad?

martes, 14 de septiembre de 2010

16


Nunca llamo a mamá más que cuando la cosa se pone chunga y ella, que lo sabe, oscila en sus reacciones iniciales entre una ligera angustia -por si lo que me lleva a llamar es grave de veras- y una relativa paciencia maternal cuando ve que lo que la cuento no la importa un carajo porque son mis paranoias de "hombre-que-ve-acercarse-la-madurez-con-cierto-terror-en-la-mirada",o en el peor y más frecuente de los casos, una petición de ayuda económica. En cada ocasion creo detectar un ligero alivio por encontrase a 400 km y no tenerme allí cada noche preguntando qué hay de cena...
- Cariño, qué alegría -dice nada más descolgar en un tono monocorde que no se corresponde con el sentido de sus palabras- ¿Cómo estás?
Con mamá siempre practico este ejercicio de lectura del pensamiento, quizás porque me preocupa de verdad lo que está pensando. Ahora, de modo quizás injusto para ella, mi traductor simultáneo interpreta su pregunta como "qué tripa se te ha roto ahora". ¿El porqué de esta actitud mía?...No lo sé. Puede que la razón esté en parte en Polo. Tengo una hermana llamada Apolonia ( en su momento le tocó la china aquella de poner al niño el nombre del santo del día en que nacían) a la que todos llamaban La Polo, y quizás por esa razón pronto se marchó a estudiar fuera, hizo un doctorado en Ingeniería Genética y se casó con un yanqui rico que la llevó a vivir al Sur de California a pegarse la vida padre, o eso dan a entender las fotos que envía con su moreno playero y sus imposibles bikinis de piel de cebra un poco en plan Jane Mansfield, en unas actitudes que nada tienen que ver con el estudio del material cromosómico. Yo sé que mamá nos quiere a los dos igual y no hay nunca en su actitud el menor indicio que me haga pensar que en su fuero interno crea que Polo ha llevado sus asuntos mejor que yo, pero sí me parece que en ocasiones se pregunta porqué no me habré ido yo por ejemplo a vivir a Alaska dejándola vivir su jubilación tranquila en compañía de su club de natación y su equipo de bridge. Quizás también tenga un poco que ver en esta complicada relación materno-filial el que yo haya decantado mis preferencias sexuales por señores machotes, de buena complexión y ligeramente velludos. Esto nunca ha sido un problema ni se ha interpuesto en mi relación con ella pero tampoco constituye un tema de conversación habitual, solamente una cuestión que "está ahí" como el agujero de la capa de ozono o el conflicto en Oriente medio, algo que por mucho que se hable de ello no conduce a ningún sitio. Y no sé si este pasar de largo por la cuestión o rodearla cada vez que surge entre los dos, no será en si mismo algo que deberíamos de hablar...
...ahora en realidad no sé que decirla: estoy empapado, tengo mojado hasta el calzoncillo después de pasar todo el día dando vueltas con la "motito" bajo una lluvia insistente que ha caído sin parar; me he perdido tres veces en una ciudad que creía conocer como la palma de mi mano, he entregado la mitad de los pedidos pasado el lapso de veinte minutos después del cual el cliente no paga y el Mr. me descuenta una parte proporcional de mi sueldo; he atropellado al chihuahua de una vieja la cual, a pesar de que el chucho ha salido tan campante ladrando como un poseso y enseñándome los colmillitos, me ha puesto una denuncia por si el proyecto frustrado de perro evidencia alguna lesión interna la próxima vez que levante la pata ante un farol; me duelen las articulaciones, no quiero volver a telepizza a ver al Mr. y su equipo de nenes, y tampoco sé si quiero volver a planeta-gallinero y perderme un poco más en los brazos de Ojos Azules, de los que salgo cada vez encontrando una versión más distinta y alejada del yo mismo que solía conocer.
Y digo yo, qué puede hacer mamá con todo esto.
- Estoy bien -digo al fin temeroso de que tras la larga pausa mi progenitora se haya ido a fregar los cacharros dejándome ahí-.
- Mmmmm, es genial, cariño. Ya sabes que me gusta que me llameis de vez en cuando para decirme como estais. Tengo mucha suerte con vosotros dos, tan bien establecidos y felices, pero me gusta que me lo recordeis de vez en cuando.
Ahí está. Campeona del concurso nacional de madres profesionales. El traductor simultáneo añade "de manera que si piensas venir a joderme la cabeza con una de tus paranoias, ahórrate el esfuerzo". ¿Porqué siempre creo que mamá piensa así? ¿Tendré falta de confianza en mi mismo?
- En realidad no es todo tan guay -digo contrito mientras a través de la cristalera del telepizza veo a Carlos haciéndome gestos para que entre, más entusiasmado que la última vez que le vi-. He perdido mi empleo.
- ¡Madre de Dios! -exclama mamá en tono que quiere sonar preocupado pero bajo el que flota la pregunta "a ver qué viene ahora"- ¿Y cuando ha sido eso? Seguro que llevas un montón de tiempo con el problema y no me has dicho nada...
- Bueno, en realidad la noticia no está completa. Ahora tengo otro empleo...
- ¿Ot...? Bueno, voy a por una silla a la cocina, no esperaba tantas novedades.
-...ando en una moto, con los del telepizza, ya sabes...
-¿Telep...?-se atasca de nuevo mamá demostrando que cuando las cosas la pillan por sorpresa, su capacidad verbal se desarma por completo-...pero hijo...
- Y la cuestión es que no sé si esto es lo más importante, ¿sabes?...he conocido a alguien también, y de pronto se me ha juntado todo y parece que esta vida no es la mía, o por lo menos que no soy yo el que lleva las riendas del asunto.
- Has conocido a un...
-...tio, claro, mamá, a estas alturas no vamos a descubrirnos nada...
-...cariño, ya sabes que yo para estas cosas estoy un poco pez, jeje. ¿Quieres que te pase el teléfono de Polo? Ella es una mujer de mundo, seguro que sabe como aconsejarte...
- No sé, no sé. He llegado a pensar en mandarlo todo a tomar por el saco y volver a casa.
- ¿"Casa"?-repite mamá como si el término no figurase en nuestro diccionario-.
- Casa, sí. Nuestra casa.
- ¿Mi casa? -insiste con voz estrangulada como si se hubiese atragantado con algo-.
- Siiii, tu casa. Pero bien, ya veo que no puedo contar contigo, no sé para qué he llamado. Joder, ni siquiera era una petición de asilo, solo algo que se me ha pasado por la cabeza.
- No seas así que no te he dicho nada. Por supuesto que puedes venir siempre que quieras, hay sitio de sobra, ya lo sabes. Lo único que pienso es sí la mejor forma de arreglar las cosas es dejar caer todo lo que tienes entre manos y salir corriendo. Cuando uno procede así, lo único que se encuentra a la vuelta son los pedazos en el suelo...y tu eres un luchador, hombre, lo has sido desde pequeño, y las dificultades te han estimulado en lugar de echarte abajo. Ya ves, otro cualquiera se hubiera encerrado en casa y mira tu, trabajando para telepizza. Estoy orgullosa de ti, de verdad.
Lo que hay que oir a una madre profesional para decirte que no te quiere en su casa, que te quedes donde estás y encima caer de pie como los gatos. La tía es una artista capeando temporales, y no es porque sea mi madre, en serio.
- Y en cuanto a lo de ese...hombre...pues te repito: yo soy una antigua, no sé aconsejarte de esas cosas. Le voy a decir a Polo que te llame, decidido, ya verás como tiene algo inteligente que decirte.
Dentro del local, a través de las cristaleras, veo a Carlos está haciendo el trenecito con cuatro o cinco de los chulazos que el Mr. tiene contratados, evidentemente ha tenido más éxito entre los "nenes" que una chica de vida alegre en un campamento legionario, lo cual me hace presagiar una noche complicada...pero de alguna manera, las palabras de mamá acerca de mi capacidad de revolverme y salir del fango me han estimulado. Es verdad, soy un luchador, soy un superviviente, y haga lo que haga siempre termino salvando como mínimo mi propio trasero. No sé si el de Ojos Azules -el trasero quiero decir- está incluido en el asunto, pero creo que debe conocerme como soy porque a estas alturas ya no puedo cambiar, y es más honesto que me conozca como el hombre que soy que no como el proyecto de tío que estoy tratando de ser para tenerle contento, así tendrá criterios suficientes para hacerse una opinión sobre mi y saber si quiere seguir con el asunto. Con lo cual, adopto un tono desenvuelto y respondo:
- Mamá, está lloviendo mucho, voy a colgar...que no te preocupes, mañana te llamo. Me has ayudado mucho, gracias. Y tranquila, que no voy p'allá, jaja...
- ¡Como eres!...llámame mañana, ¿si?
- Seguro. Un beso.
Cuando entro en el establecimiento dejando un reguero de agua a mi paso, Carlos me agarra de las solapas de mi chubasquero tratando de conseguir que bote con él mientras exclama:
- ¡Arréglate que nos vamos! Unos cuantos de los chicos van a darnos una fiesta de bienvenida, y algo me dice que va a ser una calurosa bienvenida -se pone a guiñar el ojo aparatosamente como si estuviese en posesión de algún conocimiento al que por mi torpeza mental me es complicado acceder, luego se inclina sobre mi rostro con la punta de su nariz apoyada sobre la mía y me dice en voz baja-...venga, necesitamos darnos una alegría, que la vida nos ha tratado muy mal ultimamente. ¿Que mejor forma de recuperar la energía positiva que darse un homenaje con esta bollería?
Tras él veo a Feli apoyado en la barra ya sin uniforme, con unos pantalones ajustados de piel de serpiente que me escandalizan hasta a mi. Se acomoda el paquete con un gesto que Lady Chatterley interpretaría como "este quiere follón" y sonríe burlón.
- Qué me dices -insiste Carlos con ansiedad- No me dirás que vas a volver a retirarte al agujero donde has estado escondido estos días, ¿eh? Venga, vamos a pasárnoslo bien.
Me pregunto donde estará el Mr. para dejar que tenga lugar este despelote en su negocio, hasta que un segundo después en respuesta a mis dudas se abre la puerta del despachito y aparece el tío con un traje blanco y un peinado setentero que me ponen los pelos de punta.
- Venga, nenes, en marcha.Dejemos a the cleaning ladies que hagan su labor -las aludidas, dos mujeres bajitas y morenas de semblante sombrío con uniforme azul y las fregonas agarradas como si fuesen a liarse a golpes con ellas ponen los ojos en blanco queriendo decir quizás que ya estábamos tardando- ¿Quien invita al jefe a una copita?
Carlos continúa contemplándome expectante, ajeno al Mr. que empieza a bailar tras suyo canturreándole "oye-mi-cuerpo-pide-salsa" y a todo el alboroto que organizan los nenes a nuestro alrededor. Tiene los ojos brillantes, con una extraña mezcla en ellos de euforia e impaciencia pero también de angustia e incertidumbre.
No me cuesta más que un segundo apartar el recuerdo que su mirada me trae de otra más azul y más profunda para decir sonriendo:
- Dame un par de minutos para quitarme esto, ¿vale?
Y de algún modo por un momento me parece recuperar el timón de mi destino.

jueves, 9 de septiembre de 2010

15



H
e quedado con Carlos frente a una sucursal de telepizza del centro, en una mañana en la que las nubes parecen rozar la cúspide de los edificios y casi la punta de nuestros cabellos, mientras una lluvia fina y fría cae mansamente pero sin parar. A pesar de que finalmente he decidido que Ojos Azules y yo llevamos demasiado poco tiempo juntos como para verme forzado a darle explicaciones de porqué voy y porqué vuelvo, se me llena el pecho de una ligera angustia pensando en cual puede ser la expresión de su rostro cuando despierte y descubra que no estoy a su lado. Estoy pensando en esto cuando veo aparecer a mi cita, ataviado con un traje de Ermenegildo Zegna y una camisa azul eléctrico de Gaultier sin corbata, en lo que él considera su versión chic del "arreglao pero informal". Yo, que voy con el chandal de ir a correr con el que nunca fui a correr a ningún sitiio y un impermeable amarillo,consigo hacer arrugarse la nariz de mi amigo.

- Que pasa -tengo que gruñirle- Me gustará ver como te arremangas esa americana para fregar las paredes de un horno.

Él pone la mirada en blanco como si estuviese escuchando tonterías, seguramente sabedor de como alegrarle la vista al nuevo jefe. Y de hecho lo consigue, porque el tipo, con unas trazas muy similares pero un par de palmos más bajito que Carlos, parece alborozado cuando sale a recibirnos mientras le besa las mejillas y canturrea:

- Queriiiido, estás a-rre-ba-ta-dor. ¿Donde consigues esa camisas tan absolutamente fabulosas? Me tienes que prometer que un día vamos a quedar tu y yo para hacer shopping, ¿si?

Carlos me guiña un ojo quizás pretendiendo demostrarme lo listo que es él y lo tonto que soy yo, haciéndome sentir cansado antes de empezar. El nuevo jefe me mira también aunque con visible repugnancia ( mi impermeable amarillo está causando furor ) y pregunta "¿"Este" es tu amigo?"de una forma que podría haber usado para preguntar "este es tu perro" o algo por el estilo, luego suspira con cansancio y dice:

- Vale, vamos a mi despachito y os cuento como va esto.

Pienso que "despachito" es una jilipollez más del tipo pero de verdad ahí no cabe más que una mesa, una silla en la que él se sienta y nosotros dos con el culo contra la pared como si temiésemos un ataque por sorpresa.

- Bien, esto es así, empezais con un contratito de media jornada y vais a estar de corre-turnos, cubriendo los días libres de mis nenes -mira a Carlos con gesto falsamente compungido y explica- Lo siento, cari, es lo más chungo pero no tengo otra cosa de momento, ¿vale?

Yo me pregunto de qué nenes estamos hablando cuando dan un par de golpes en la puerta y entra un tipo al que solo faltan un pelucón y unos zapatones de plataforma para salir desfilando en una carroza.

- Holaa, ¿se puedeee?

- Holaa chatooo -dice el jefe agitando los dedos de una manita- Espero que sea super-importante porque estoy con estos señores requeteocupado...

- Nada, que cuando puedas te pasas por the kitchen, que Juanma se ha torcido un tobillo haciendo stepping y dice que se tiene que ir a casa.

- ¿Veis? -exclama el jefe pretendiendo quizás suscitar nuestra compasión- ¿Veis con lo que tengo que lidiar cada mañana?

Luego sale cacareando tras el nene, dándome tiempo para inclinarme hacia Carlos y susurrarle en tono asesino "se puede saber donde me has metido", a lo que él contesta con una risita alborozada, sin duda satisfecho por creer ser el máximo exponente de masculinidad en el establecimiento, supongo. Cuando intento preguntarle de qué coño se sonríe el jefe llega soplándose la frente para hacer revolotear su flequillo en un gesto que pretende ser encantador.

- Buf-buf, lo mejor va a ser que empeceis ya mismo y mientras yo me encargo del papeleo. Tuuu, cari -dice colocando una uña perfectamente limada en el triángulo de pecho que luce Carlos- vas a the kitchen a hacer lo de Juanma. Sin agobiarte, ¿eh corazón?, que los nenes son un encanto y te irán enseñando. Además les va a venir divino tu toque de caché porque tengo alguno con un toque suburbial que no me gusta un pelo -luego se vuelve hacia mi con las cejas puntiagudas y se muerde el labio inferior pensando quizás dónde estará mi toque-...en cuanto a ti, caballerete, ya que has venido preparado para el agua, te vas a coger la motito y hala, a correr por ahí, ¿eh Charly?

Rompe a reir con unos sonoros "clo-clo-clo" mientras "Charly" traga saliva, sin duda pensando en lo que va a tener que oirme después.

Unos minutos más tarde estoy calzándome un traje de agua rojo bajo la mirada atenta -y algo libidinosa diría yo- de Feli, un tío de 1'90 con complexión de levantador de pesas pero una peligrosa desgana en las muñecas al que parezco haber sido asignado como pupilo.

- Que alivio, chicos nuevos, menos mal que el Mr. renueva algo de la plantilla cada tres meses porque si no ya nos habríamos arrancado todos los pelos- al ver mi expresión, que supongo más bien sombría dentro de mi casco, compone un gesto compasivo e intenta animarme- Ya veras, ahora me haces morritos porque está el día un poco chungo y piensas que lo de la motito es una putada, ¿a que si? Pero ya verás, cuando lleves aquí un poco verás que la motito es-un-cho-llo, lo jodido es la kitchen, créeme.

- La cocina -gruño-.

- Pues eso, la kitchen -responde encogiéndose de hombros y poniendo cara de no comprender- Ahora vamos a ver qué te tienen preparado los chicos, es un poco pronto pero a estas horas ya hay algún idiota que no teme a la muerte y pide una pizza para el almuerzo, hi-hi-hi.

Tengo un rato para disfrutar de Carlos con uniforme rojo metido en una micrococina que parece un catálogo de modelos de Calvin Klein aunque con más revoloteo de plumas que el gallinero de Ojos Azules.

- Cham-pig-ñon, monada, cham-piggg-ñon -le silabea un rubio de mandíbula prominente y ojos verdes a quien de buena gana pondría a cuatro patas en algún lugar íntimo y retirado- ¿entiendes el concepto o quizás deberíamos comenzar por algo más básico?

Carlos me lanza una mirada aterrada en la que puedo leer "oh, no sabía que esto iba a ser tan complicado" y se entrega para mi regocijo a la preparación de su primera pizza. Del tremebundo espectáculo solo me saca un bulto duro y caliente que se restriega insistentemente contra mi trasero mientras yo contemplo la escena acodado en el mostrador. Se trata, por supuesto, de Feli, que me sonríe con candor sin tratar de disimular el descarado artefacto que se evidencia en la entrepierna de sus pantalones rojos.

- Te noto un poco tenso, los nervios del primer día, ¿eh? ¿Quieres que vayamos al vestuario y te doy un masajito?

Mi polla, un espíritu indómito que no entiende de romanticismos ni relaciones de pareja, hace ya un buen rato que ha reaccionado al frotamiento contra mis nalgas, pero yo, el ser humano racional y con control sobre sus pasiones que está detrás de ella, toma las riendas del momento y con una sencilla sonrisa contesta:

- Ahora no me parece buena idea...-y acto seguido, consciente de la tremenda barbaridad que supone el renunciar a pasarme por la piedra a un potro como aquel por esos extraños y novedosos escrúpulos de conciencia, añado casi sin pensarlo-...si el jefe me pilla echando un polvo a los tres cuartos de hora de empezar a trabajar aquí, es probable que no le haga mucha gracia, ¿no te parece? A ver que tal cuerpo tenemos esta tarde cuando termine yo con la motito.

Feli me sonríe con el rictus un poco forzado del que va a tener que cascársela en el baño dentro de un momento, pero contesta:

-...ha-ha, igual si el Mr. nos pilla se apunta para un trío, tu no le conoces. Pero vale, esta noche hablamos.

Cuando arranco la motito para repartir el primer encargo perpetrado por Carlos, me pregunto estadísticamente cuantas posibilidades hay de que nada más poner el pie fuera de planeta-gallina, se me ponga un tío a tiro para cepillármelo, con la de noches que he pasado dando tumbos por esa ciudad sin encontrar nada que echarme al diente. Quiero decir, no creo en el destino pero parece como si todo esto fuese una maniobra orquestada por potencias superiores para poner a prueba lo que siento por Ojos Azules. Me pregunto que diferencia hay entre follarme a Feli o no, si se compromete con ello la sinceridad de mis sentimientos. Bajo esta lluvia insistente pensar en amor verdadero me pone el corazón del color de las nubes de allí arriba. No quiero que todo sea tan complicado,no debería ser tan complicado, no tendría que sentir que traiciono la pureza de lo que hay entre Ojos Azules y yo por un polvo que no tiene más valor que comerse una rosquilla. El vale mucho más, entonces ¿porqué comprometer mi proyecto de relación por algo que yo mismo sé que carece de importancia?

No debería tener que estar pensando todo esto.

No debería tener que ser tan complicado.

Detengo la moto en una calle solitaria y me quedo allí, con la barbilla pegada al pecho, bajo una lluvia que poco a poco arrecia como si quisiera aplastarme contra el suelo y mezclarme con el agua oscura de los charcos. Quizás si estoy el suficiente tiempo ahí, esa misma lluvia termine por llevarse esta sensación de no encontrarme bien en ningún lado. O quizás sea la lluvia quien tiene la culpa de todo y lo que necesito nada más es sol y un trozo de cielo despejado.

Una bocina detrás mio me hace reaccionar, estoy impidiendo el paso a una furgoneta de reparto cuyo conductor me hace una rápida pero minuciosa demostración de todos los usos escatológicos que se le ocurren dar a una pizza dejando a un lado su función meramente alimenticia.

"El mundo es un lugar violento" me digo mientras arranco de nuevo, y me lanzo a descubrir como lo que queda de jornada se esfuerza en demostrarme que no estoy en absoluto equivocado.

jueves, 2 de septiembre de 2010

14

Mi vida conyugal con Ojos Azules.
O las experiencias de un terrícola recién aterrizado en el planeta Casa-Gallinero, descubriendo una civilización extraterrestre desconocida. Para empezar, mi organismo plenamente urbano no logra encajar ni asimilar lo que se supone son los encantos de la vida rural: están las gallinas, por supuesto, que andan sueltas por los alrededores buscándose el sustento y que en cuanto me ven se lanzan corriendo tras mis pies para picotearme los cordones de las zapatillas, quizás por detectarme como un elemento extraño non-grato; hay además dos viejecitos con boina, los "otros habitantes del pueblo" ( según las cifras suministradas por mi anfitrión, ellos solos componen el treinta por ciento de la población en temporada no estival ), que pasean ovejas de un lado para otro y en sus ratos libres espían tras las esquinas con cara de empezar a tirarme piedras en cualquier momento. Y por fin, una anciana gorda y rubicunda que responde al nombre de Casilda: Casilda es la encargada de hacer las labores de la casa un par de veces por semana, y nos arrancamos un grito de terror mutuo el segundo día de mi presencia allí al entrar yo en pelotas en el baño y encontrármela fregando la taza del WC con un bote de Mr. Proper y una esponjilla de níquel.
"Es Casilda," me explicó Ojos Azules sin duda demasiado tarde mientras la interfecta se tomaba una tila con manos temblorosas "me echa un cable con los asuntos domésticos. Creo que olvidé advertiros a ambos de vuestras respectivas presencias en la casa."
No puedo decir gran cosa de Casilda aparte de que se gana su sueldo de una manera bien romántica porque no hace gran cosa allí aparte de mirar por la ventana y menear el polvo con un plumero. Es una mujer de pocas palabras y conmigo no utiliza ninguna, solo me mira con ojos rencorosos como sino hubiese logrado superar el impacto de nuestra primera toma de contacto. Ojos Azules cree que quizás yo haya sido el primer hombre que Casilda ha visto desnudo a la luz del día, puede que de noche también, y que eso haga que me mire de esa forma tan rara...
Luego, además de mi escasa fortuna en la toma de contacto con la fauna local ( habitantes incluidos ), la segunda cosa que me hace sentir fuera de sitio todo el tiempo, sin saber qué hacer ni en qué sitio ponerme, es justo eso, la vida conyugal de los cojones. Después de pasar mi segundo día completo allí llegué a pensar que nunca desde que podía recordar había estado viendo a nadie tanto y tan seguido como a Ojos Azules: Abro los ojos cuando me despierto, y ahí está. Salgo del baño y me le encuentro. Si salgo a pasear sale conmigo, cuando comemos lo hacemos juntos y si se sienta a pintar uno de esos cuadros con los que pierde el tiempo, le gusta que esté por allí cerca para darle conversación...coño, me ha hecho darme cuenta de lo poco que tengo de que hablar la mayor parte del día...Y a esa sensación de extrañeza se añade el no saber qué se supone que tengo que hacer, y acarrear con la sensación constante de estar estorbando me ponga en el sitio en el que me ponga.
Al fin he tenido que plantearme buscar mis ratos de soledad aún cuando sea a costa de que Ojos Azules ponga esa expresión ligeramente dolorida que me hace retorcer las tripas: una caminata larga por la mañana y otra al terminar el día, para alejarme un poco de allí y mirar las cosas con perspectiva. Cuando me ha oído decir "no, no puedes venir, quiero ir sólo", además de la maldita mirada triste ha tenido que preguntar:
- ¿Estás molesto conmigo? ¿Hay algo que va mal?
- No, nada va mal -he suspirado- pero no estoy acostumbrado a esto, necesito pequeños espacios para estar yo solo conmigo mismo, nada más. Y de paso mover un poco el culo fuera de ese sofá, o llegaré a pesar trescientos kilos y cuando decidas que ya no me quieres aquí, tendrás que derribar un tabique para sacarme de la casa.
Con esto he logrado hacerle reír y me ha dejado salir al monte. El paisaje no es nada alentador, campos de cereal con un árbol cada cincuenta kilómetros, un frío que pela y el viento aullando como si hubiera una jauría de lobos hambrientos corriendo tras de mi, pero recurro a los avances de la técnica para conseguir un poco de calor humano: agarro el teléfono móvil y me comunico con mi antiguo mundo, es decir, con Carlos. Cuando recuperé la furgo y el móvil que tan descuidadamente había tirado bajo un asiento, tenía doce llamadas perdidas suyas y otros tantos mensajes de texto llamándome primero de todo por no contestar y amenazando luego con ponerse en contacto con equipos de rescate que fuesen en mi busca, así que al oír mi voz sólo le sale decir:
- ¡Pero si serás cabrón! ¿Se puede saber donde cojones te has metido? He llegado a pensar que te habías tirado al río por la depresión.
- ¿Depresión porqué?
- Coño, "por qué". Pues porque te han puesto en la puta calle y no sabes como vas a pagar los plazos de todo lo que sea que tienes que pagar al mes que viene. ¿Te parece poco?
- Hum, sí, visto así sí es un poco deprimente -murmuro distraído pensando que estoy llevando lo de moverme por el mundo en piloto automático demasiado lejos, y que realmente debería ocuparme de lo que se supone que es mi vida además de bregar con lo que tengo ahora entre manos-.
A Carlos no se le escapa ese tono de "estoy pero como si no estuviese" y suelta unas barbaridades poco propias del chico fino que se supone que es pero que me devuelven al mundo real.
- Te da todo igual, es increíble. ¿Entonces me vas a decir donde te escondes? ¿Porqué sopla tanto aire ahí?
- Es una especie de retiro espiritual, por llamarlo así -aventuro- Para...mmmm...poner en orden mi cabeza después del despido y todo eso.
- Menuda bola me estás metiendo. Bueno, no me lo cuentes si no quieres, es igual, tienes la suerte de que me preocupe por ti y haya conseguido una solución a nuestros problemas, al tuyo y al mío. ¡Es que tengo una potra increíble!: resulta que el último tío que me estoy follando un poco asiduamente es gerente de un telepizza...
- ¿No era al Manolo a quien te follabas asiduamente, o es que te follas asiduamente a más de uno?
- Escucha y calla: pues el tío cuando se ha enterado de lo que nos ha pasado me ha conseguido dos puestos para currar allí, uno en la cocina y otro con la moto repartiendo aunque en realidad está uno un poco a lo que le mandan, según las necesidades del negocio. Tendremos que ser versátiles, en el sentido más amplio de la palabra, ji-ji, pero vaya, qué me dices, ¿a que es alucinante?
- Desde luego es alucinante -replico lleno de indignación- ¿así que esta es la forma en que progresamos y mejoramos nuestro estatus, metiéndonos en el telepizza? Solo espero por tu bien que esta vez no hayas prometido que le voy a comer el culo a nadie porque desde ahora te digo que...
-...para-para, no hay culo que valga. Este es un tío legal, nos va a hacer dos contratos eventuales y tal pero no ha pedido ningún tipo de compensación. O por lo menos tú no tendrás que compensarle en nada, yo me siento un poco en deuda con él, trataré de demostrarle que estoy agradecido, ya me entiendes.
- ¿Agradecido? Joder Carlitos. Qué diría tu madre si te viese haciendo pizzas o dando vueltas en la moto por ahí, con tu carrerón y tus masters...
- Vale, lo estás consiguendo, me estoy sintiendo ofendido. ¿Entonces tengo que decirle que no aceptas? ¿Y que harás entonces? ¿Preparar oposiciones?
Ese tono zumbón de las oposiciones me mosquea porque ya había sopesado la posibilidad de prepararme unas entre polvo y polvo mientras Ojos Azules pinta o cuchichea con Casilda, pero tras unos segundos de reflexión me digo que el mundo de las pizzas puede ser una excusa tan buena como cualquier otra para salir de planeta-gallina y mantener de paso a raya a los acreedores. Así que le digo en tono digno:
- Lo voy a considerar como una opción para la supervivencia, nada más. No prometo que aguante ni los quince días de prueba, ¿eh?, pero en fin...¿cuando tendríamos que empezar?...

Con estas noticias espero más tarde a Ojos Azules frente a una ventana, contemplando el atardecer. Allá en el horizonte el sol se ha abierto paso a codazos entre las nubes grises y ahora aparece como una gran bola de fuego, montando un espectáculo que solo puedo describir como sangriento. No estoy acostumbrado a tener tanto cielo sobre mi cabeza, otra cosa más que no termino de asimilar como tantas otras en los últimos días,y en cierto modo la imagen me impresiona.
Sin mirar puedo oír crujir suavemente el suelo bajo sus pies antes de que me abrace por la espalda, a traición, y apoye la barbilla en mi hombro con un ligero suspiro. Una vez más, el efecto combinado de su aroma y su calor contra mi cuerpo provocan un cortocircuito cerebral en mi cabeza, y de pronto he olvidado qué era lo que estaba esperando decirle.
- Ya has vuelto de tu paseo -dice en voz baja- Que tal, ¿te gusta lo que ves ahí fuera?
- Bueno...No lo definiría como gustar, pero está bien, sí...
Sus manos, que un momento antes se entrelazaban en mi cintura, se liberan la una a la otra para posarse en mi bragueta. Al encontrar lo que hay allí, deja escapar un leve suspiro contra la piel de mi cuello que me eriza el vello de esa zona, luego empieza a desabrocharme despacio los pantalones, sin despegar la pelvis de mi trasero. Yo fijo la mirada en el furioso anochecer, creo que si sigo con la vista clavada en esas llamaradas durante mucho tiempo terminaré por quedarme ciego.
- ...y no me echas de menos todo ese tiempo que estás solo...-jadea ahora-.
De pronto estoy desnudo de cintura para abajo, y un momento después siento que él también lo está. Espero que Casilda ya no ande por la casa o alguien tendrá que hacerle un boca a boca si se presenta de repente y ve lo que está pasando.
-...echarte de menos?...un poco -respondo con voz aflautada-...de hecho, un huevo.
No contesta, me obliga a reclinarme sobre el alfeizar y enseguida noto su polla buscando una vía de acceso entre mis glúteos. Todo es tan rojo ahí fuera que pienso si se habrá reventado algo en el fondo de mi retina y por eso me parece estar flotando en un mar rosa y púrpura.
- Tengo...problemas de adaptación...no estoy acostumbrado a todo esto -gimo ahora como si estuviese al borde del llanto-.
Estoy dispuesto a explicarle a qué me refiero con todo esto y por fin se hace la luz,recuerdo que debo contarle lo del trabajo que Carlos me ha encontrado, pero ahora está entrando en mi culo sin demasiadas contemplaciones y el mar rosado se llena de estrellas plateadas, tengo que morderme el labio inferior para no gritar y agarrarme con fuerza para soportar sus embestidas.
-...sabes lo que creo...-resopla-...piensas demasiado... Relájate y disfruta...
No sé si se refiere a mi estancia allí en general o a ese momento en particular, ni hay tiempo para meditarlo porque siento que algo se funde en mis rodillas, me parece que si no me sujeta voy a caerme al suelo. Él se da cuenta y me aferra fuerte, diciendo:
- Tranquilo. No pienso dejarte caer.
... de nuevo no sé si habla de este momento o si lo dice para siempre, si de verdad va a estar siempre ahí para impedir que en algún momento mi cuerpo siga su tendencia natural a estrellarse contra el suelo, real o metafóricamente hablando, y quiero preguntárselo, "¿de verdad vas a estar siempre ahí?" pero ahora el mar empieza a vibrar en ondas cálidas en torno a mi y el placer es tan grande que tengo que cerrar los ojos porque si sigo mirando creo que me voy a desvanecer en ese rosa, que voy a disolverme ahí hasta desaparecer...