viernes, 27 de agosto de 2010

13

No paro de preguntarme como a alguien como yo le puede haber sucedido algo así, mientras la mañana, el mediodía y parte de la tarde se deslizan entre románticos polvos casi conyugales y ese no saber que hacer con las mariposas que me vuelan en el estómago cuando él sonríe así, mirando a ningún sitio, o me habla en voz baja a mi lado, apoyado sobre los codos y contemplándose la punta de los dedos, o los ratos que se duerme a mi lado y veo temblar sus párpados por el movimiento de los ojos ahí debajo, contemplando sueños imposibles.

No, no ceso de preguntarme que me ha sucedido y sin embargo me siento demasiado bien como para hacer o decir nada que rompa el encanto de él y yo en esa enorme estancia llena de trastos y cuadros a medio pintar, viendo pasar el día. De hecho es él quien en un momento dado ( “quizás es la hora ya de la merienda”, me digo relamiéndome al verle con el gesto en el rostro de quien se ha acordado de repente de algo importante ) se incorpora y dice:

- …eh…no creas que te estoy echando ni muchísimo menos pero ¿no tenías que ir hoy a ningún sitio?

- Defíneme “sitio” –respondo juguetón pero preocupado por la pregunta-.

- No sé…Un trabajo. Quizás hay una familia preocupada por ti en alguna parte, una madre, un pariente…¿una esposa?...-le doy un amistoso puñetazo en las costillas para demostrarle que está diciendo tonterías, pero continúa-…o un amigo nada más. ¿No te estará echando nadie de menos?

Me doy cuenta de dos cosas importantes: en primer lugar, que todo ese tiempo, desde que puse el pie en la casa, no he hecho gran cosa aparte de escuchar todo lo que él tenía que decirme, asintiendo cuando era oportuno y riendo si era necesario, pero sin haber dicho nada que pueda orientarle a él con respecto a la pregunta que me está haciendo. En realidad, no sé si he articulado algo más que amistosos gruñidos y carcajadas silenciosas, solo eso…

La segunda es que conozco la respuesta a la pregunta y no me agrada demasiado: nadie va a echarme de menos, al menos de forma inmediata y menos aún ahora que me han despedido del trabajo. Mi madre no vive en la ciudad, ni tampoco ningún familiar cercano; amigos no tengo, solo una serie de gente con la que follo de vez en cuando y que supongo pueden pasar perfectamente un mes o dos sin verme y sin echarme en falta…caray, ni siquiera sé si llegaría a echarme en falta o me olvidarían del mismo modo en que a mi me costaría hacer una lista de todos ellos… No, la verdad es que nadie va a echarme de menos en ningún sitio, y si Ojos Azules de pronto se revela un psicopata asesino, abusa salvajemente de mi, me descuartiza y echa mis restos a las gallinas, podrían transcurrir dos o tres meses sin que nadie se preguntase donde estaba yo. Al menos, mientras quedase dinero en mi cuenta donde seguir cargando los recibos de las diferentes facturas cuyos beneficiarios sí me añorarían si se quedasen de pronto sin cobrar.

Este pensamiento y la calidad un poco triste de la luz de la tarde están a punto de hacerme llorar. Jamás me ha importado esta realidad, es más, lo consideraba como una virtud y una ventaja de este modo de vida mío en el que la total independencia de mis semejantes era como una bandera de mi libertad. Ahora sin embargo quisiera poder hablarle a Ojos Azules de toda la gente que iba a echarme de menos si tardaba en volver, para demostrarle que soy un ser querido, con personas que le aman como buena parte de la humanidad circundante…pero no puedo decírselo, solo consigo tragarme esas estúpidas lágrimas que a poco consiguen ahogarme al hacerse una bola en mi garganta, y logro recuperar mi máxima de “la mejor defensa, un buen ataque”, respondiendo:

- Por lo que veo, más o menos los mismos que te echarán de menos a ti si de pronto te rapto y te llevo conmigo a… bueno, a donde se me ocurra.

Esto le hace sonreír y las mariposas estomacales inician su revoloteo una vez más.

- ¿ Un secuestro para llevarme a donde se te ocurra?...Parece una buena idea, venga, estoy dispuesto…-dice con gesto de ensoñación como si de verdad le pareciese un buen plan, luego es él quien me da un suave golpe en el hombro antes de continuar-…no creas que quiero que te vayas a ningún sitio, pero no sé, se me ha ocurrido de pronto que quizás necesitas que te lleve a la ciudad a lo que sea, o simplemente de vuelta al área a por tu furgoneta, porque la tengas a mano por si tienes que ir a cualquier parte. ¿qué me dices?

Me lleva un buen rato pensar cuales son mis planes para un futuro inmediato, en gran medida porque desde el día anterior estoy dejándome sorprender por el curso de los acontecimientos, en eso había quedado yo conmigo mismo la noche anterior en casa del Pollero, ¿no?. Al fin me vuelvo hacia él, que sigue sonriendo aunque ahora con una ligera sombra de preocupación en los ojos, y le contesto:

- Pues la verdad no me esperan en ninguna parte, no tengo trabajo al que acudir ni ningún tipo de familia en la ciudad que pudieran preocuparse por mi. Has dado conmigo en un momento un poco peculiar, porque si hubiese ocurrido una semana antes, esto no habría pasado de un polvo rápido en la parte de atrás de mi furgoneta, después tendría que haber salido zumbando de vuelta al trabajo o qué se yo…No te equivoques tu tampoco, todo esto –y hago un gesto envolvente hacia la habitación que nos rodea- me parece genial, ¿eh?...Pero sí, las circunstancias son especiales, por eso…por eso no tengo prisa, por decirlo de algún modo..

Parece un poco decepcionado, quizás pensando que tal como yo acababa de decir, si las circunstancias hubieran sido distintas, el habría pasado por mi vida como un anónimo más, sin pena ni gloria. Hasta yo me pregunto cuanto de verdad hay en mi explicación, si hace una semana conocer a Ojos Azules hubiera supuesto lo mismo que supone ahora. Pero el dolor que me produce la posibilidad de su decepción supera cualquier afán especulativo y tengo que decir:

- …no pensemos en lo que pudiera haber sido, ha ocurrido así, es estupendo, y no hay más vueltas que darle. Y aunque no me espera nadie, igual es buena idea acercarme al área y recuperar la furgoneta, aunque no sea más que para poder salir huyendo si la cosa se pone chunga, jaja.

Su puñetazo tiene mucho menos de amistoso ahora, se pone en pie y me tira el pantalón medio en serio medio en broma, ordenando:

- Entonces en pie. Venga, antes de que anochezca.

¡Que anochezca!...parece mentira pero es así, casi se han completado veinticuatro horas desde que me encontré con Ojos Azules en el área, y de nuevo el cielo tiene ese color de la tarde a punto de acabarse, solo que hay muchas más nubes que el día anterior, ha desaparecido ese espejismo de primavera ficticia que acabamos de vivir y da la sensación de que estamos justo en el momento en que estamos, esto es, metidos de cabeza en el corazón del otoño. Por culpa de esto la noche parece que se precipita, y cuando volvemos al área no ha oscurecido del todo pero la luz ya ha retrocedido sensiblemente en beneficio de las sombras.

Ojos Azules no ha abierto el pico en todo el breve trayecto, y ahora bajo aquel crepúsculo su mirada es del color violeta que tiene el mar en algunos lugares limpios y profundos. Cuando la vuelve hacia mi no parece en absoluto satisfecho, sospecho que teme un poco que yo, al tener la posibilidad de levantar el vuelo y escapar, no vaya a dejarla pasar de largo. Sin más ni más me doy cuenta de que ni siquiera sé como se llama, y eso me produce un arrebato de risa histérica que aunque se traduce tan solo en un contenido burbuje, le hace enarcar las cejas.

- No pasa nada –le tranquilizo reprimiéndome a duras penas- ¿Qué te parece si cojo la furgo y luego te sigo de vuelta a tu casa? Hoy podemos dar el día por perdido, mañana al levantarnos ya decidiré que es lo siguiente que tengo que hacer.

Asiente con solo una sombra de su sonrisa en la cara, y me bajo de un salto del coche temiéndome que esta conducta un tanto jilipollas que me traigo termine por traerme algún problema. Estoy a una docena de pasos de la furgo, justo tras ella hay un vetusto coche negro que me suena de algo, más allá en el otro extremo distingo los contornos de otro par de vehículos, los dos sin ocupante, que probablemente se estén dando una fiesta tras los árboles cercanos. Casi corro para llegar rápido, montar y volver a toda velocidad a la casa-gallinero de Ojos Azules, pero tal como mi sexto sentido me avisó, algo sucede, una puerta del vehículo negro se abre delante de mis narices y baja un tipo al que conozco como el Cura a quien me he follado media docena de veces entre los arbustos de los contornos. Lo del Cura es porque me ha jurado que es párroco de una iglesia cercana, y aunque ni me ha llevado nunca allí ni le he visto la sotana, el asunto me pone bastante cachondo, lo bastante para cepillármelo a pesar de no ser él gran cosa en si mismo, tan pequeño y esmirriado. Además del morbo del uniforme que le imagino sin verlo, el tío posee un manejo sobre los músculos de su esfínter que ríete tu de las tailandesas que disparan pelotas de pingpong con el coño, pura ciencia-ficción si uno no mete la polla ahí dentro para saber lo que se siente.

…el cabrito sabe de mi debilidad por su trasero porque sonríe con el aire del que tiene la partida ganada y dice:

- He visto tu furgoneta y me supuse que no andarías muy lejos –mira por encima de mi hombro la silueta de Ojos Azules en el interior del Ibiza y pregunta a continuación- ¿tienes un rato o ya vienes relajado?

He aquí la prueba de fuego: normalmente el culito del Cura es algo a lo que nunca renuncio cuando se me pone a tiro, y mi entrepierna, ajena a los devaneos románticos de mi cerebro, pega un respingo recordando salvajes polvos pasados, lista para la acción.

- Puesss la verdad es que…-cierro los ojos para coger fuerza antes de seguir-…no puedo, tengo…se trata de un asunto familiar grave, y he de marcharme corriendo.

El Cura no dice nada, no sé si porque le suena el asunto a bola ( soy fatal mintiendo en situaciones desesperadas ) o porque no le gusta que le despidan con cajas destempladas; vuelve a meterse en su coche y arranca despacio hasta situarse junto a los otros dos vehículos del otro lado, buscando quizás apuntarse para un trío. Yo me coloco tras el volante de la furgo con el corazón desbocado en el pecho como si hubiese hecho algún esfuerzo desmedido, luego arranco también y me voy detrás de Ojos Azules, deshaciendo el camino a su casa.

A casa

Definitivamente, soplan vientos de cambio.

martes, 17 de agosto de 2010

12


No diré que duermo de un tirón, me despierto unas cuantas veces durante las cuales voy llevando a cabo un lento y delicado proceso de acomodación para que el organismo de Ojos Azules encaje con el mio evitando los huesos que se clavan en según qué sitios, la sombra de barba que me empieza a picar en el hombro cuando lleva un rato sobre mi piel, y esos músculos que insospechadamente se duermen y luego entran en fase de contracción dolorosa haciéndome jurar en silencio. No sé si él se despierta a ratos también con las mismas sensaciones o el estar encima le hace las cosas más llevaderas, pero cada vez que he abierto los ojos parece dormido del todo, respirando de esa forma lenta y profunda habitual en los que están así, muy dormidos. Voy a defenderme diciendo que siempre me ha inspirado mucho respeto el sueño ajeno y por eso, no por otra cosa, transcurro los breves ratos que paso de vigilia paralizado para no despertarle, a pesar de los calambres y demás, porque de alguna forma...no sé, me resulta tan...inocente y desvalido así, dormido entre mis brazos, que consigue hacer nacer en mi algo muy parecido a eso, a la ternura de la que vengo huyendo desde que le conozco. Pero se trata de una ternura inofensiva, me digo en el silencio absoluto que nos rodea, es una ternura como la que se siente al ver un gatito pequeño abandonado, un pollo saliendo del cascarón o una perra amamantando una docena de cachorros, esa que nos provocan las cosas pequeñas y hermosas que a la vez nos resultan indefensas ante el mundo. No veo ahí nada más, solo un deseo de protección, y mañana cuando me duela todo después de una noche de perros y él esté despierto, le maldeciré y me iré a por la furgo aunque sea haciendo autostop con la sana intención de no volver a cruzarme en su camino.

Pero llega la mañana, y cuando abro los ojos él ya los tiene abiertos y me mira con una leve sonrisa. El sol entra por la ventana que hay justo sobre nosotros y puedo ver su luz sostenerse en el borde de sus pestañas
No digo nada cuando se inclina y me besa despacio, nada más pongo mis manos sobre su espalda y las dejo deslizarse por allí hasta el borde de sus nalgas. Le siento suspirar un poco, vuelve a mirarme como si tuviera que cerciorarse de que sigo ahí y vuelve a besarme, esta vez con más intensidad, y me descubro respondiéndole, abrazándole ahora con más fuerza, forcejeando con la ropa que llevo puesta desde hace dos días ya, consiguiendo solamente hacernos caer juntos al suelo.
El se ríe, yo sonrio nada más porque ahora que nos hemos puesto en marcha no hay nada en este mundo que me vaya a hacer parar. Le desabrocho el pantalón y levanta las caderas del suelo para que yo pueda tirar de él hacia los tobillos. En el tirón me llevo también su ropa interior y en un momento le tengo desnudo ante mi, espléndido y hermoso bajo esa clara luz del día. El corazón parece que me va a estallar en el pecho, emocionado como si fuera la primera vez que voy a echar un polvo, y bien sabe Dios que no es así ni muchísimo menos, pero por alguna extraña razón, este es especial.
"Si ni siquiera sabes como se llama", dice la vocecita de la razón desde algún lugar lejano en el interior de mi cabeza. "Y que cojones importa eso ahora" me pregunto yo mientras Ojos Azules y yo rodamos por la alfombra enroscados comiéndonos la boca con auténtica desesperación, perdidas de momento las formas recatadas y románticas. Tengo la polla a punto de explotar, y cada vez que se encuentra con la suya siento tal convulsión testicular que empiezo a pensar si este tipo no habrá descubierto mi hasta ahora desconocida faceta de eyaculador precoz.
"Esto va a ir más deprisa de lo que tenía pensado" le digo con la voz ahogada del que tiene serios problemas respiratorios, lo cual le vuelve a provocar un golpe de risa que me desconcierta pero también me gusta. No me doy cuenta de hasta que punto mis palabras resultan premonitorias hasta que le doy la vuelta y me echo sobre él colocando mi miembro en la raja de su trasero, apenas lo pongo allí y él eleva las caderas contra mi para incrementar el contacto, noto como algo entra en estado de fusión ahí abajo, empiezo a emitir un gemido largo y sin apenas moverme empiezo a correrme sobre el culo de Ojos Azules. No una corrida cualquiera, estoy hablando de La Corrida de mi vida, La Reina de Todas las Corridas.
"Oooh, Diooos" gimo casi inconsciente del placer que estoy sintiendo y totalmente abochornado por lo que además de ser la Corrida con mayúsculas, también es el polvo más corto de mi existencia, un polvo conejero que en otras circunstancias sería la mancha más negra de mi expediente, pero que en aquella ocasión se queda en una calificación de "Progresa Adecuadamente" porque, para mi sorpresa, Ojos Azules también se ha corrido espectacularmente sobre la alfombra.
Caigo a su lado y quedamos durante un rato los dos jadeantes mirando las vigas de madera del techo de su salón. Al recuperar un poco el aliento es cuando trato de decirle:
-...a mi nunca me ha pasado algo como...
- ...a mi tampoco -ataja él resoplando, me mira de reojo y se echa a reir, espero que no de mi- Voy a preparar algo de desayuno, ¿quieres?
La verdad es que en este momento soy incapaz de elaborar pensamientos coherentes, no me conozco a mi mismo, me veo desde fuera y llego a la conclusión de que no soy yo, o que esto es una especie de sueño y voy a despertarme en cualquier momento recuperando a la persona que y solía ser habitualmente. Entre tanto, mientras suena el despertador quiero decir, supongo que no pasa nada porque le siga la corriente a mi subconsciente onírico, así que contesto:
- Genial. Estoy muerto de hambre.
Eso satisface a mi anfitrión, que se levanta de un salto y se va con su culo perfecto en dirección al rincón que supuse en un primer momento la cocina y empieza a cacharrear. En un tiempo que me parece a la vez muy escaso y tremendamente largo, vuelve con una bandeja llena de pan tostado, dos tazas llenas de café y una jarrita de leche.
- También hay azúcar y mantequilla. Lamento no tener nada más sofisticado...
- Esta estupendo tal cual. Tomaré un poco de esa mantequilla, vale.
Desayunamos un rato los dos sin hablar, mascando silenciosamente, supongo que ambos meditando mientras comemos acerca de la situación que tenemos entre manos aunque de muy distinta manera. Yo, por ejemplo, apenas me permito planear mucho más allá de la siguiente tostada, me siento hambriento de una forma casi desesperada, y el atender a las funciones básicas de mi organismo desplaza por un momento de mi centro de atención todo tipo de elucubraciones. Tanto es así que tardo un tiempo no determinado en darme cuenta de que él ha dejado de comer y vuelve a observarme de esa forma que me va a terminar por poner de mala hostia.
- Que pasa, nunca has visto a nadie comer pan con mantequilla.
- Me gusta verte comer, disfrutas de lo lindo -responde con su sempiterna sonrisa-.
- Pues a mi me jode que me miren comer -le replico con la boca llena- ¿No tienes nada que hacer en la cocina este rato?
- Vale. Voy a echar de comer a las gallinas mientras terminas.
Desaparece escaleras abajo y me deja allí solo, pero ya parece que empiezo a estar saciado, termino la taza de un trago y caigo de espaldas de nuevo, con la barriga llena como una sanguijuela y cierta sensación nerviosa que solo puedo definir como...expectación, quizás...esperando que él acabe de una jodida vez con las cluecas y vuelva otra vez a mi lado.
Cuando por fin lo hace es gateando sobre mi con una expresión juguetona en el rostro.
- ¿Que te parece si ahora intentamos repetir lo de antes pero un poco más...lento...?
Le miro con incredulidad porque no puedo concebir que sea real el hecho que acaba de aparecer ante mi con la misma claridad con la que contemplo su hermoso rostro, la fatídica evidencia...
No, no puedo creerlo.
Estoy enamorado...

domingo, 15 de agosto de 2010

11


El pueblo del Pollero es el puñetero Manhattan comparado con la aldea en la que resulta vivir Ojos Azules.
- Solo somos una docena de vecinos, y la mitad de ellos vienen nada más los fines de semana que hace buen tiempo. En verano está un poco más animado, pero ahora...
Puede sonar una observación deprimente o a mi me lo parece, pero lo dice como si me estuviese contando las ventajas y no los inconvenientes de vivir en el culo del mundo. Detiene el Ibiza frente a una gran casa de piedra de un par de plantas que no tiene nada que ofrecerle a la vista más que una fachada gris y una docena de ventanas pequeñitas, ni un solo detalle acogedor que le haga sentir deseos a uno de vivir allí. Ojos Azules en cambio parece más relajado por jugar en su campo, baja con soltura del vehículo y entra por una puerta de madera ancha sospechosamente parecida a la de un establo.
- La planta baja está sin reformar, era donde guardaban el ganado y cosas parecidas -me explica para confirmar mi impresión inicial-. Yo solo tengo una docena de gallinas, el resto está lleno de trastos viejos.
"Gallinas", me digo siguiéndole a través de un pasillo oscuro que huele justo a eso. "Ahora entiendo el arrebato que le dio al Pollero con este tío, era todo cuestión de feromonas". Mi anfitrión trota a continuación peldaños arriba por una escalera de madera chirriante, adelantándose para dar una luz allá en lo alto.
- ¿Ves mejor ahora? Yo ya subo con los ojos cerrados pero no quiero que tu te des con algo en la oscuridad.
La planta de arriba ya es otra cosa, una gran estancia -el salón, supongo- con muebles viejos y heterogéneos, una chimenea en una esquina, en la otra un espacio que parece hacer las veces de cocina. ..Incluso para mi criterio anárquico de la decoración esto está muy desordenado pero resulta acogedor. También pegada a la pared del fondo sube otra escalera de madera, más estrechita, supongo que con destino a la alcoba de Ojos Azules, ya que a simple vista mi instinto depredador -que ya calcula las posibilidades de un supuesto polvo- no ha detectado nada parecido a una cama.En cambio hay montones de cosas propias de un pintor, no de brocha gorda sino de los que pintan cuadritos, en plan-rollo-artista. Sería razonable por tanto preguntarle si pinta y qué es lo que pinta, pero sé lo que ocurrirá si cometo semejante imprudencia: me enseñará toda su obra, una colección de cuadros a buen seguro terribles pintados por él mismo ( supongo que florecitas y ovejas, que es lo que le pega ), ante los que yo tendré que componer gesto de entendido y decirle "jo-que-bonitos"cuando lo que suyo sería rociarlo todo con una lata de gasolina y prenderle fuego para ahorrarle al mundo la visión del asunto.Eso no entra en absoluto dentro de lo que tengo proyectado para la velada, así que me hago el loco cuando tropiezo con un caballete en mi deambular por allí y digo en su lugar:
- Pero hombre de Dios, y como se te ha ocurrido venirte a vivir a este...-"agujero", susurra mi yo maligno-...rincón tan apartado. ¿Te lo recomendó el médico, es por el aire o algo así?
- En realidad es para pintar -"mierda", mascullo al ver que se lo he puesto a huevo a pesar de todo-, necesitaba un sitio donde estar tranquilo y tal. La casa es de unos abuelos y llevaba abandonada un montón de tiempo, era justo lo que estaba buscando, apartado pero a la vez a media hora escasa de la ciudad. En cierto modo lo tengo todo, ¿no?
Habla con cierta cautela, le cuesta un poco encontrar las palabras y se frota a menudo la palma de las manos contra los muslos, como si le sudasen demasiado. Me pregunto en qué estará pensando.
- Entonces que pasa, que vives de las rentas -contesto sabiendo que me voy a arrepentir- Porque la pintura no creo que te de para vivir, ¿verdad? ¿o eres un pintor famoso y no me he enterado? Sería posible porque a mi toda la movida esta cultural pues como que...
- No... heredé un poco de dinero, y me di un año de plazo para ver si lograba lo que quería,que es justo lo que dices tu, vivir de mis cuadros -"vivir del cuento" pienso con un suspiro porque esta gente que se empeña en vivir de sus aficiones en lugar de currar en lo que pueden como todo el mundo me tira un poco de las pelotas-. Si no resulta, entonces me pondré a trabajar en algo, claro.
- Un año sabático, como mola -digo tirándome en un largo sofá lleno de cojines- Eso me haría falta a mi.¿ Y te lo vas a pasar así, pintando y follando todo lo que te pilles en el área? Que envidia, tío.
He herido su sensibilidad sin duda por la cara de retortijón de tripas que ha puesto. Incluso se ha puesto un poco colorado una vez más, aunque con el par de lamparitas que ha encendido tenemos una iluminación más bien escasa no puedo ver nada con claridad... ¿Será esto lo que el entiende por atmósfera pre-amatoria?
- Follar propiamente todavía no me he follado nada. Estábamos en ello cuando llegó tu amigo, ¿recuerdas?
"Vaya-vaya-vaya, la mosquita muerta ha sacado los pies del tiesto", pienso. Ahora es cuando me pregunta si quiero una copa, me larga un whiskazo, pone musica suavecita y me pregunta cortesmente si me importa dejarle que me la chupe un rato.
Nueva sorpresa. Ojos Azules, saltándose la copa y la musiquita, se quita la camisa y queda con el pecho desnudo, mirándome sin decir nada. Bajo esa luz su piel brilla con un millar de partículas doradas, en cambio su mirada es algo más turbia y oscura.
"Vamos, hombre" me digo para animarme un poco "que no se diga, ni que fuera la primera vez que te ves en un trance parecido. Sácate la polla y deja al chico que disfrute un rato", pero no logro recuperar mi seguridad acostumbrada, de pronto me siento...¡nervioso! Estoy a punto de perder mi reputación de follador pidiéndole un minuto para ir al excusado pero él se adelanta y poco a poco, con cuidado, se tumba encima mio dejándome sentir su peso sobre mi cuerpo. Mantiene la parte superior del torso un poco elevada apoyándose sobre los codos, así su rostro queda unos centímetros por encima del mío y puedo verle sonreir un poco.
-No sé exactamente en donde lo habíamos dejado -me dice el muy fresco. Luego repara en mi expresión, sin duda de apuro serio, porque pregunta- ¿ocurre algo?
Me gustaría decirle que lo que ocurre es que desearía algo más a lo bestia, algo más carnal y menos delicado, que esta imprevista ternura me deja la líbido a la altura de los callos de los pies. Aprovechando el arrebato de sinceridad, aprovecharía también para contarle que el polvo con el Pollero me ha dejado servido por el día de hoy, que ya no soy aquel jovencito que en veinte minutos estaba dispuesto y listo para otro asalto y que mañana, no sé, pero que en este momento no creo que se me levante el asunto ni con ayuda de una carretilla elevadora. En vez de eso sonrío con gesto de disculpa, y le respondo:
- Estoy cansado, no creo que...que pueda hacer nada ahora.
- ¿Me vas a decir que te duele la cabeza o algo parecido? -pregunta burlón-.
- Vete a la mierda -mascullo casi enfadado por esa desagradable sensación de estar perdiendo el control de la situación-.
Intento revolverme pero he quedado atrapado bajo él, descubriendo que al menos es tan fuerte como yo, mientras el muy capullo se rie bajito considerando quizás que todo es muy divertido. Por fin desisto, exasperado y me quedo a expensas de lo que el jodido Ojos Azules quiera hacer.
- Te aviso que con esta disposición de ánimo mia, todo lo que intentes será practicamente una violación -le aviso jadeando, lo cual logra que se ría de nuevo pero sin ceder un ápice su presa-.
- No voy a hacerte nada, hombre. La verdad es que yo también estoy un poco cansado después de tanto lío...
Deja caer su cabeza sobre mi hombro y se queda ahí, con la barbilla junto a mi cuello y su aliento rozándome la oreja.
- Ahora me levanto, ¿vale? -dice en voz baja- Hacía mucho tiempo que no estaba así con nadie...
Esto es, ya lo he entendido, al fin lo veo claro: lo que pasa aquí es que Ojos Azules busca novio, joder, y es de lo que me están advirtiendo todos mis sentidos de supervivencia. Eso es lo que me hace tener esta sensación de gato en perrera cavilando "si huelen como perros y gruñen como perros, va a resultar que sí son perros", me lo he estado oliendo desde el principio, desde que nos encontramos la primera vez y sentí que algo en su forma de actuar no era "correcto" en el sentido que yo le daba en aquel caso a esa palabra, lo he sabido y sin embargo he seguido haciendo el lelo y tonteando con el tema hasta verme justo en donde estoy ahora, atrapado y sin salida: Ojos Azules busca pareja, y aquí estoy yo con él tirado encima, en su sofá y sin posibilidad de escapatoria.
Pienso a cuantos kilómetros estaré del siguiente pueblo habitado, considero la idea de dejarle KO de un golpe en la cabeza y robarle el coche, es más, me veo en esa casa, en ese pueblo de mala muerte, con un delantal y una cofia haciendo huevos fritos para la cena mientras Ojos Azules pinta monas en el establo de ahí abajo como una pareja perfecta, y se me cubre el organismo de sudor frío. Tengo que huir e intentar no volver a cruzarme en su camino, ese es el plan...
No puedo creerlo cuando escucho un ronquido suave ahí al lado. El tío ¡se ha dormido!...
Asombrosamente, no pasan diez minutos cuando me duermo yo también...

martes, 10 de agosto de 2010

10


Por fin decido dejar que las cosas se resuelvan por si solas, dedicado al sencillo arte de sentarme y esperar a ver el desarrollo de los acontecimientos. Así transcurrimos el siguiente cuarto de hora con el Pollero comiendo jamón como un descosido y bebiéndose su cerveza y las de los demás; su señora, charloteando sin parar de no puedo decir qué porque mi atención ha entrado en piloto automático y solo da para esbozar sonrisas corteses pero no para procesar información; y por fin, en el centro de mi casquivano interés ahora, Ojos Azules, tan follable como siempre e incluso un poco más con esa expresión de cachorro abandonado en su hermoso rostro. Al notar mi mirada sobre él levanta la suya un momento, clava sus ojos en los míos y siento en el estómago una ligera sensación de vértigo como en el tramo de bajada de una montaña rusa. Solo dura un segundo pero basta para hacerme sentir un tanto culpable por verle ahí, nada de esto ha sido culpa mía ni yo le invité a ir al área, y aún así, ahí está, el remordimiento, y la extraña sensación de no ser yo mismo cuando él está a mi lado.
Me estoy comiendo la cabeza buscando una palabra amable que le haga sentir mejor cuando llaman a la puerta. La cacareante esposa se levanta a abrir, y era como esperábamos, la pareja de la guardia civil. Llego a la conclusión de que el cuerpo de la benemérita debe andar mal de personal o tengo una mala fortuna para las casualidades, porque uno de ellos es el mismo jilipollas que la noche anterior me hizo un chistecito en el área. Ahora con más luz puedo ver que de puro feo es casi morboso, con ese organismo de aspecto tan sólido y esa cara de guardia que tiene. Lleva un uniforme al menos dos tallas más pequeño que le marca un culazo de impresión y le deja el paquete a un lado como a un Manolete cualquiera. Si no fuese justo así, tan jilipollas casi me pondría cachondo al verle.
El tío también se sobresalta un poco al verme porque se le afloja un instante el rictus por la sorpresa, luego se recompone, hace un saludito castrense y se presenta:
- Agente Romerales.
El otro, un chico rubio de cara desvaida y aspecto somnoliento, apenas emite un leve gruñido y continua con esa lucha interior que parece mantener consigo mismo para no caerse dormido al suelo. Romerales parece conocer también de vista al Pollero porque se le ilumina la cara, quizás pensando "vaya-vaya-vaya, pero si tenemos aquí una convención de toda la mariconería local" y en el rato divertido que va a pasar diciéndonos cosas ingeniosas, pero el dueño de la casa le corta las alas ( y se gana mi admiración al mismo tiempo ) emitiendo un pequeño eructo como saludo al agente y subiendo el volumen de la tele. Ojos Azules se pone en pie antes de que Romerales se reponga de semejante muestra de desacato y dice:
- Como les dije por teléfono, se nos salió el coche de la carretera, cerca de aquí.
- Ya, ya -responde Romerales todavía con la atención fija en el Pollero, tanto que empiezo a pensar si no habrá alguna historia que no conozco entre ellos para semejante intercambio de actitudes. Luego mira un poco a la mujer, que anda intentando extraer una palabra inteligible a su compañero preguntando si le apetece tomar algo, y me da la impresión de que en beneficio de la dama se guarda lo que iba a decir porque se vuelve a Ojos Azules con gesto de cansancio y le dice- Localizaremos al que lleva lo de la grúa del pueblo y veremos si podemos sacar el coche de donde está, ¿vale?
- Vale. Quizás podrían acercar a mi amigo al área de descanso de la autovía, él dejó su vehículo allí y no me gustaría hacerle esperar todo este tiempo a que solucionemos mi problema.
Su amigo, que soy yo, queda boquiabierto. Coño, solo le falta explicar que estábamos buscando un rinconcito oscuro para poder echar un polvo cuando nos metimos en el sembrado.No digo yo que Romerales no haya intuido ya todo sin decirle nada, pero tampoco hace falta ponerle la firma delante suyo.
- Tendrá que buscarse la vida o esperar, no somos un taxi, caballero -le suelta el tío-.
- Quizás mi Pepe pueda acercarle al área de un momento, ¿eh Pepe?
El Pollero parece despertar al oír a su mujer y exclama:
- Joder, pues claro. Hay que ser buen samaritano.
Y para demostrarlo se rasca ostentosamente el paquete haciéndonos dilatar la mirada espantados a Romerales, a Ojos Azules y a mi, la mujer y el otro agente continuan en la higuera.
- Pues no -decido de pronto-. Te esperaré a que arregles el asunto.
- No es necesario, de veras, yo puedo...
- He dicho que espero -le corto-, y punto.
"Que tierno", le susurra Romerales a su compañero, quien le observa un instante sin comprender y regresa a su galaxia personal. Luego se rasca su más que incipiente barriga y declara:
- Bien, pues vamos a por el de la grúa. Señora, encantado y gracias por su hospitalidad.
Las siguientes dos horas las pasamos sacando al tío de la grúa del bar del pueblo, yendo todos hasta el sembrado en cuestión ( en el que ahora, bajo una inesperada luna llena, uno espera ver en cualquier momento hadas y duendes echando carrerillas ) y sacando el Ibiza a la carretera. Todo ese rato resulta bien extraño: Ojos Azules parece violento por tenerme allí acompañándole casi como si hubiese algo entre nosotros, y yo me siento manifiestamente violento porque pienso-que-él-piensa que yo veo algo entre nosotros, y no es verdad, estoy ahí pero no sé muy bien porqué, quizás nada más para tocarle un poco los huevos a Romerales con este amago de love-story que nos traemos, o porque desde hace un par de días me estoy limitando a dejarme sorprender por los acontecimientos y es parte de mi actitud ante las cosas colocarme en situación de poder ser sorprendido...
Cuando por fin el coche vuelve a estar en marcha y Ojos Azules se despide dando efusivamente las gracias a la guardia civil, Romerales levanta la palma de la mano para hacerle callar y suelta:
- Todo esto no habría pasado si vosotros estuvieseis en casa como las personas decentes haciendo cosas de personas decentes. Si hubiese sido así, yo estaría empleando mi tiempo en cosas más productivas y no ayudando a dos...-parece dudar en emplear lo que le viene a la boca y al fin no lo emplea-...como vosotros sacandoos las castañas del fuego. Que pasa,¿también tenéis a la mujer y los hijos en casa esperando a que volváis de trabajar?
"No entiendo..." empieza a decir Ojos Azules, pero yo le empujo hacia su coche sin muchas contemplaciones, diciendo:
- No hay nada que entender. El agente, que detuvo su reloj temporal en tiempos del caudillo.
Aún oigo a gritar a Romerales una amenaza ( "¡como vuelva a encontraros por aquí, os vais a enterar!" ) antes de que mi acompañante ponga el Ibiza en marcha y arranque en dirección desconocida.
- No tiene que preocuparse. Yo no pienso volver -dice Ojos Azules en voz baja como para si mismo, luego me observa de reojo y sigue en tono casi normal-...te llevo a por tu coche, ¿vale? Gracias por quedarte conmigo y todo eso.
- Bah, no tienes porqué darlas. Es por no perderte de vista antes de rematar lo que tenemos pendiente tu y yo -contesto en tono despreocupado, luego al ver que del susto casi se sale de la carretera otra vez me apresuro a añadir- ¡tranquilo, tranquilo, no tiene porqué ser hoy !. Pero dime, que tengo curiosidad: cuando nos fuimos del área, ¿ a donde pensabas llevarme?
- A mi casa -creo que se ha ruborizado mientras me explica-...pensé que estaríamos más tranquilos allí, nada más.
Está visto que me he vuelto un descarado porque respondo a toda velocidad:
- Genial. ¿Y porqué no me llevas ahora?...no voy a violarte, tranquilo, nada más es para que me invites a una copa, todo muy inocente, ¿eh?
Vuelve a mirarme de medio lado con desconfianza, seguro que su madre le ha advertido sobre los chicos que le dicen "tranquilo que no haremos nada que tu no quieras hacer" porque casi siempre lo que quieren decir es "tranquilo, no haremos nada que YO no quiera hacer", pero a pesar de todo asiente y continúa conduciendo en medio de esa extraña y hermosa noche plateada...

jueves, 5 de agosto de 2010

9


La mujer del Pollero vuelve sola al cabo de unos instantes, yo ya tengo un cojín sobre la entrepierna para cubrir una embarazosa erección mientras el Pollero juega con el mando de la tele con el gesto abstraído del que se encuentra con la cabeza a muchos kilómetros de allí.
- ¿Entonces traigo unas cervezas, cari? -le pregunta con devoción a su esposo-.
- Venga, sí. Y parte un poco de jamón o algo, que tengo un hambre...¿le apetece picar algo? -dice volviéndose a mi con una profesionalidad digna de un actor de Hollywood-.
- Bueno, quizás sí, un poco, todavía no habíamos cenado. -respondo, y luego, dispuesto a demostrar que, para jeta la mía, añado- Mientras tanto podría enseñarme la colección de muñequitos de la que me estaba hablando.
- Ay mi Pepe que hombre -dice riendo la mujer poniendo los ojos en blanco- A todo el mundo le da la paliza con los muñequitos del garaje. Mira que le tengo dicho que eso son cosas de críos, y nada, no se lo quito de la cabeza...
- Es una idea cojonuda -exclama el Pollero poniéndose en pie como si le hubiesen apretado algún resorte-. Vamos, no tardaremos nada.
En ese momento he olvidado por completo a Ojos Azules, al que en un campo muy alejado de mi atención escucho hablar con alguien por teléfono en la habitación de al lado. Me levanto y sigo a mi anfitrión al jardín, mientras escucho a su esposa chillar como un ratoncito:
- ¡Pero no entretengas mucho rato al señor, caariiii, que tendrá cosas que hacer! ¡Que en un plisplas lo tengo listoooo!
Apenas cierra la puerta tras de si, me agarra el culo con las dos manos y me atrae hacia si para que note el bulto cálido de su entrepierna ahí abajo.
- ¿Haces esto a menudo? -jadeo logrando que sus labios se rocen con los míos a tan escasa distancia-.
- Nunca. Me has puesto como una moto, cabrón.
Practicamente corremos rodeando la casa para llegar al cobertizo de tablas que la mujer ha llamado el garaje. Al pasar ante un ventanal, veo a Ojos Azules hablando por teléfono. Por un momento frunce el entrecejo como si nos hubiese visto ahí fuera, luego se da media vuelta y sigue hablando de cara a la pared. No me puedo entretener demasiado pensando si ha reparado en nosotros y lo que puede pensar al respecto porque el Pollero literalmente me empuja al interior del cobertizo de un empujón, sin molestarse en dar las luces.
No hablamos demasiado: me mete la lengua en la boca con violencia, hasta hacerme sentir arder la piel del rostro con el roce de su barba de tres días, mientras ahí abajo sus manos forcejean con mis pantalones con la habilidad de quien lleva tiempo haciéndolo. En unos segundos tengo sus dedos alrededor de mi polla y una corriente de aire frio haciendome temblar las nalgas.
Se agacha un instante y lame un momento la punta de mi miembro como si pensase empezar a chupármela, pero en su lugar vuelve a levantarse, me da la vuelta sin miramientos y pone la mano en el centro de mi espalda, haciendo que me recline sobre una mesa llena de herramientas.
Antes de que me entere de lo que está pasando, siento dos dedos ensalivados meterse por las bravas en mi ano, lo cual me arranca un grito de sorpresa y de dolor. No es que me importe tomar una posición u otra en estas lides, pero mi sensible puerta trasera suele requerir delicadeza y cautela a la hora de permitir el acceso a las instalaciones. Al recordar las dimensiones del rabo del Pollero, noto un sudor frío mojándome la espalda. Me remuevo intentando liberarme, pero se echa sobre mi, reteniéndome bajo su peso. Noto su respiración entrecortada en la nuca y también su olor, un aroma profundo y masculino que me excita aún más a pesar del destrozo que esos dos dedos parecen estar haciendo en mi retaguardia. Con la mano que le queda libre me la menea un momento, pienso que más que nada para comprobar el estado de mi calentón, y emite una risita gutural:
- Pero si estás cachondo como una perra, te está encantando. Pues si esto te gustó, verás lo que viene ahora.
Los dedos abandonan el lugar que ocupaban dejando una momentánea sensación de alivio, después algo más caliente y mucho más grueso ocupa su lugar, haciéndome soltar un chillido más agudo que el anterior. El Pollero me tapa la boca primero y luego me deja chuparle los dedos, podrís afirmar casi con toda seguridad que se trata de los mismos que antes han estado de visita ahí atrás. Permanece unos segundos sin moverse, después empieza a follarme en profundidad, arrancándome un pequeño gemido cada vez. Solo que ahora las resistencias en mi interior han cedido, y algo parece estar fundiéndose dentro de mis tripas...
"Más fuerte" alcanzo a susurrar y se me cae un poco la baba al hacerlo de puro gusto que me está dando. Esto le da alas, me sujeta las caderas con firmeza y bombea rápido y enérgicamente, espero que el garage esté insonorizado porque con esos rugidos de placer hasta su inocente esposa va a darse cuenta de que me está enseñando algo más que su colección de Madelman...
Supongo que el temor a ser descubiertos precipita el desenlace, apenas un minuto o dos a lo sumo de haber empezado, noto un estremecimiento en todo su cuerpo y empieza a correrse con un grito que no tiene nada de ahogado. Yo apenas tengo que tocarme la polla, estoy tan excitado que no hago más que rozarla un par de veces con mis dedos y tengo un corridón de campeonato, el mundo se me oscurece un segundo y siento que las piernas se me doblan de la intensidad del orgasmo que me sacude.
El Pollero se desploma encima mio y queda ahí, recuperando el resuello, hasta que noto su miembro caliente y pegajoso deslizarse fuera de mi.
- Vamos, que van a calentarse las cervezas -dice riendo-.
No creo que hayamos tardado ni diez minutos en completar ese polvo de campeonato, pero cuando volvemos al salón Ojos Azules está sentado en el sofá con cara de circunstancias, y la mujer ha dispuesto en una mesita baja tres botellines de cerveza, unos trozos de pan y un plato de jamón serrano. Al vernos entrar lanza una risa que es más un cacareo.
- Ayyyy -le dice a Ojos Azules- pero que cara de aburrimiento trae su amigo. Le habré dicho a Pepe mil veces que se deje de muñequitos, que eso solo le interesa a él y a los niños pero no le entra en la cabeza. Que lo tiene muy bonito puesto, pero eso no le gusta a todo el mundo, no.
- Si quiere echarle un vistazo... -le dice el tio jeta a Ojos Azules lográndome hacer dilatar las pupilas, no solo por el morro que le echa a la vida sino por la pura incredulidad de tener ganas de echar otro polvo después de lo que acabamos de pasar ahí detrás-Lo tengo chulo de cojones.
Ojos Azules en su lugar menea la cabeza, me contempla de soslayo un momento y le dice a la mujer:
- Me ha dicho la guardia civil que en diez minutos estarán aquí, no vamos a molestarles mucho. Les diremos donde se nos ha metido el coche y luego ellos no sé lo que harán...
De pronto la idea de que la guardia civil me lleve al área a recoger la furgo no me hace mucha gracia, porque no les hará falta ser muy espabilados para saber porqué está allí ahí aparcada, y luego deducir en busca de qué andábamos Ojos Azules y yo conduciendo por esas carreteras secundarias. Me pregunto si él habrá pensado en eso o si la inexperiencia que dice tener en el tema no le habrá permitido tener la suficiente perspectiva del asunto. Tampoco resultaría muy normal de cara a la inocente esposa que yo rehusase irme con "mi amigo" y pidiese por ejemplo hospedaje para esa noche allí o en algún hostal del pueblo, porque eso desmontaría un poco la historia que su marido le había contado...y no quiero causarle problemas al Pollero más que nada porque lo del garage tengo que repetirlo sin dejar pasar mucho tiempo para hacerlo, y no me gustaría que un malentendido entre nosotros fastidiase todos esos maravillosos polvos por venir.
¿Como he llegado a estar justo donde estoy ahora?


martes, 3 de agosto de 2010

8


El corazón parece latirme en la garganta mientras conducimos en la noche. Intento recordarme que un polvo es un polvo y esta vez no tiene porqué ser distinto, pero no sé, todo esto me está resultando especial, no sé si es lo mucho que me está costando incluir a Ojos Azules en mi lista de trofeos lo que le convierte en una pieza codiciada, o si sencillamente estoy en un momento bajo y le estoy concediendo al asunto más importancia de la que tiene.
O será por...
...me vuelvo a mirar a Ojos Azules que conduce despacio, no sé por qué carretera secundaria se ha metido pero el coche no para de pegar saltos y alrededor nos envuelve la oscuridad más absoluta. Sin pensar en lo que hago, coloco la palma de mi mano sobre su pierna en un gesto que tiene más de la intimidad de dos amantes que de la urgencia sexual entre dos desconocidos que sería normal en este caso.
Él se vuelve a mi y apenas atisbo el reflejo de su mirada en la penumbre, no alcanzo a distinguir cual es su expresión. Agradezco que él tampoco pueda ver la mía porque apostaría a que estoy casi ruborizado.
De pronto él masculla una maldición y exclama:
- No puede ser...¿nos están siguiendo?
Es cierto, un vehículo corre tras nuestro, y sin necesidad de hacer trabajar mucho mi cabeza adivino que es el Pollero, que no se resigna a quedarse sin su ración de carne fresca. Abro la boca para transmitirle mi premonición a Ojos Azules pero de pronto parece que encuentra un bache mayor que el resto y por el zarandeo loco al que me veo sometido durante unos interminables segundos, adivino que el muy capullo ha perdido de vista la carretera y hemos aterrizado en algún sembrado.
- ¡Hostia!...¿Quieres matarme? -protesto, otra vez con el corazón acelerado pero ahora por el puto susto que me he llevado-.
- Mierda -dice Ojos Azules- Todo esto es una mierda.
No sé donde coño se ha metido pero ahora, al intentar arrancar, aquello no va ni en un sentido ni en otro. Alguna rueda patina en quien sabe qué sitio y el coche bufa y colea pero no se mueve de modo apreciable hacia ninguna parte.
Ojos Azules suspira exasperado y se cubre los ojos con la palma de la mano, casi puedo leer su pensamiento, "para qué cojones me meteré en estos follones". Si tuviese ganas de hacer de jefe de los boy-scouts le diría que es cierto, que ha tenido un comienzo jodido pero que no debe desanimarse porque con tesón, esfuerzo y ese pedazo de culo, terminará cosechando resultados positivos. Lo que pasa es que no tengo el ánimo nada conciliador y estoy sopesando la idea de dejarle ahí tirado, volver andando al área a por mi furgoneta y meneármela un rato en casa. Forcejeo con el cinturón de seguridad cuando los focos que nos seguían se detienen junto a nosotros y por fin se apagan. Nos bajamos los dos del coche y allá arriba en la carretera, iluminado por un súbito rayo de luna como si fuese el puñetero príncipe encantado, vemos al Pollero que tras rascarse la cabeza un instante, procesa la información que sus sentidos reciben y declara:
- Joder, vaya sitio más raro para follar os habéis buscado.¿Y ya vais a ser capaces de sacar el coche de ahí?
Explicar al Pollero lo evidente, esto es, las razones por las cuales estamos ahí, nos lleva cierto tiempo hasta que al fin sonríe y agitando el dedo índice nos suelta:
- Veis, pillines. Eso os pasa por salir corriendo. Ahora supongo que tendré que acercaros a algún sitio civilizado para pedir auxilio.
- Puedes llevarnos de vuelta al área -propongo- y luego con mi furgoneta ya me encargaré de dejar a este en algún sitio.
- Yo vivo muy cerca de aquí -responde el Pollero- Si queréis podéis llamar por teléfono desde mi casa, a los de asistencia en carretera, a la guardia civil o a quien os parezca.
- ¿Pero tú no estás casado, hombre? ¿Y qué le vas a decir a tu señora?
- Que os he encontrado tirados en un sembrado y he hecho una labor de auxilio. Es la verdad, ¿no?
Sigo prefiriendo la opción de volver al área porque me deja en situación de no depender de nadie y sobre todo de no tener que presentarle mis respetos a los hijos y la esposa del Pollero, teniendo aún tan vívidas en la mente las imágenes de lo que el cabeza de familia y yo hemos hecho no hace demasiado tiempo. Ojos Azules también parece dudar.
- ¿No tenéis ninguno un teléfono móvil? -he de preguntar añorando el que dejé tirado bajo el asiento de la furgo en un momento de enajenación-.
Ojos Azules niega con la cabeza, pesaroso, y el Pollero exclama como si sirviera de algo:
- Yo tengo uno en casa. En el curro no nos dejan usar teléfono, el jefe cree que las ondas que transmiten esos chismes recalientan el cerebro de los pollos y terminan majaretas. -hace una pausa dramática para que nosotros compongamos la cara de asombro que corresponde al escuchar algo semejante y continúa-...en realidad en casa solo hay uno, y casi siempre lo tiene la mujer encima. Ya sabéis como son las tías.
- Y porque no nos llevas de vuelta al área y te ahorras el trago de presentarnos a tu parienta, hombre -insisto, incapaz de creer que vaya a conocer a la familia del Pollero-.
- Pues porque vivo a dos minutos, joer, en lo que llevamos discutido ya habíamos llegado.
- Yo -dice por fin Ojos Aules- opto por su casa.
No puedo creer lo que estoy oyendo. Intento hacer un último llamamiento a la cordura pero mi acompañante ya gatea pendiente arriba hacia el coche del Pollero como si fuera la única alternativa razonable. Me lleno de justa ira.
- Bueno, pues iros los dos a tomar por el culo. Yo me vuelvo al área a pata.
De pronto, al utilizar esa gráfica expresión ( "iros los dos a tomar por el culo"), la sombra de una sospecha me cruza la mente. ¿Y si esto es una artimaña del Pollero y lo que en realidad quiere es justo eso, quedarse a solas con Ojos Azules para poder zumbárselo y estrenar la mercancía?...porque si no, ¿qué lógica de mierda es esa de ir a su casa a llamar? ¿O es que estoy terminando por volverme paranoico con toda esta historia? ¿Donde ha ido a parar todo eso de las ventajas y la simplicidad del sexo fortuito y anónimo con desconocidos?
El Pollero emite un "jeje" como si quisiera confirmar mis elucubraciones.
- Muy bien machote. Deben ser ocho o diez kilómetros lo que llevabais recorrido, eso no es nada para un piernas largas como tú.
Ojos Azules detiene su trabajosa ascensión para volverse un momento a decirme en tono cansado:
- Venga, no vas a quedarte aquí en mitad de ningún sitio. Vamos a llamar a la guardia civil contando lo que ha pasado y después seguro que ellos o este hombre te llevan de vuelta a por tu vehículo.
No por primera vez en el mismo día, tengo la impresión de haber perdido las riendas de mi vida y sentirla galopar a su antojo como un caballo desbocado. Por fin suelto cuatro o cinco tacos y me pongo a gatear tras su culo perfecto para llegar al coche del Pollero.

En realidad nuestro salvador no nos ha mentido y no tardamos más de un par de minutos en llegar, es la primera casa a la entrada del siguiente pueblo. Un encantador chalet con jardín alrededor, visillos en las ventanas y un perro pequeño y lanudo que sale de ninguna parte a ladrarnos como un loco, barruntando quizás que no somos gente de fiar.
- Cállate la puta boca, Pinky, o te doy una patada en el culo que te mando a casa del vecino -le suelta el Pollero al chucho, luego se vuelve a nosotros para justificarse- Es el perro de mi mujer, ¿eh?, yo por mi lo hubiera hecho salchichas hace tiempo. El muy hijo puta creo que lo sabe y por eso me hace estos recibimientos.
Tras dar la bienvenida a su amo Pinky nos huele los zapatos, me lanza un gruñido grave como si yo tampoco fuese merecedor de toda su confianza, luego olisquea el calzado de Ojos Azules y con un gañido se hace pis entre sus pies. Al parecer no somos los únicos sensibles a sus encantos...
Antes de llamar se abre la puerta y sale una chica regordeta con un vestido floreado, los ojos redondos y unos ostentosos coloretes en las mejillas que relucen incluso con tan poca iluminación, resultado sin duda de la saludable vida campestre.
- Cariñoooo, vienes prontoooo. ¿Y estos señores?
Entiendo que el Pollero no tema llevarnos a su hogar porque aquella mujer no parece capaz de enterarse de gran cosa a propósito de nada en general, ni de las actividades de su marido en particular, aunque la mismísima marcha del orgullo gay incluyera su jardincito en la trayectoria del desfile como homenaje a las proezas sexuales de su esposo.
- A estos señores se les ha salido el coche de la carretera y no han podido sacarlo del sembrado. Tienen que usar el teléfono -explica él pasando al interior sin mirarla demasiado- ¿queréis una cerveza mientras tanto?
Pasamos todos a un salón de aspecto confortable donde se ven por todas partes restos de actividad infantil y los platos de una cena sin retirar sobre la mesa ( "los niños, ya sabe" dice ella con una sonrisa de disculpa ); luego el Pollero y yo nos sentamos en un sofá y la mujer se lleva a Ojos Azules a una habitación contigua para que haga la dichosa llamada.
Apenas nos quedamos solos el tío aprovecha el interludio para ponerme la mano en la bragueta y decirme en voz no demasiado baja:
- Luego si quieres te enseño la colección de muñecos articulados que tengo en el cobertizo de atrás. Es impresionante.
- ¿Muñecos articulados? -alcanzo a susurrar tras tragar lo que me parecen dos litros de saliva-.
- Ajá. ¿No te acuerdas de los Madelman? Pues en ese plan. Son la hostia, en serio.
Incomprensiblemente, la polla se me empieza a poner dura dentro de los pantalones.
Contra todo pronóstico, da la impresión de que la noche no ha hecho más que empezar.